El pasado martes, la Asociación Sinteno participó en esta Jornada para hablar sobre Mujer y Síndrome de Asperger.

Fuente: Sinteno

Organizada por CERMI Madrid y la Dirección General de la Mujer de la CAM, el 14 de abril pasado,  desde Sinteno hemos tenido la ocasión de participar en una Jornada dirigida a los profesionales de la Red de Atención Integral para la violencia de Género.

La Jornada se ha desarrollado con un multienfoque, planteando el problema de la violencia contra la mujer con discapacidad desde diferentes ámbitos de afectación: física, psíquica, sensorial y cognitiva.

Desde Sinteno hemos hablado de Mujer y Síndrome de Asperger, poniendo de manifiesto los estereotipos que la sociedad atribuye al sexo femenino, tales como la exigencia de mayor cercanía comunicativa, implicación social y emocional, carácter complaciente y de servicio, personalidades menos asertivas e hipersensitivas. Hemos enfrentado estos estereotipos a la condición asperger en aspectos relacionados con la alextimia (dificultad para reconocer y expresar las emociones y los sentimientos de los demás y los propios), la sinestesia (confusión de los sentidos), la ceguera social y el lenguaje literal. Y de ello hemos deducido que lo que exige la sociedad tradicional, lo que percibe la mujer con asperger y la visión que de ella tiene su entorno más cercano, difiere tan sensiblemente que es a menudo la semilla del maltrato y la violencia social contra la mujer con trastornos del espectro autista.

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Por hacer crónica de la Jornada daremos dos notas, no por curiosas menos interesantes:

Una. Entre el público no había ni un solo representante del sexo masculino. ¿Desinterés por el tema? ¿Inexistencia de profesionales hombres en el ámbito de la discapacidad y/o la violencia de género. Ciertamente, esto corrobora el hecho social que atribuye a la mujer las tareas relacionadas con la asistencia sanitaria o social.

Dos. En todos los aspectos de la discapacidad hemos detectado la misma incongruencia: la mujer con discapacidad es recluida en el hogar, sobreprotegida y encargada de tareas domésticas y de atención a los miembros de la familia de mayor o menor edad. Por sorprendente que parezca, cuando esta mujer expresa su deseo de crear una familia propia y/o adquirir su independencia – consistente en gran medida en reproducir los roles domésticos ya aprendidos – se le niega este derecho en aras de una sobreprotección que no es más que un signo de violencia ejercida sobre ella por el entorno que en mayor medida debería apoyarla. Una vez más, el buenismo, el apoyo mal entendido y la sobreprotección niegan a la mujer con discapacidad su protagonismo, y con ello el ejercicio de sus más elementales derechos.

Estos derechos conllevan la dotación de recursos, suficientes, continuados en el tiempo y de calidad. Y a eso es a lo que debemos aspirar las instituciones de apoyo, las personas afectadas y las familias. ¿Por qué conformarnos con menos?

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