Francisco José Paredes nos hace llegar este relato consistente en reflexiones reivindicativas sobre las dificultades con las que se encuentran las personas con Autismo para practicar deporte

Estamos los dos solos, aquí sentados, querida sociedad.
Ya sabes que soy una persona con autismo y no es el momento de reproches ni de echarte en
cara la cantidad de promesas que has incumplido. Yo entiendo mi diferencia e incluso soy
consciente de ella, pero tú no…
Perdona, lo siento no quiero reproches…
¡Estamos los dos solos!
Cuéntame motivos para no dejarme que toque la cima de mis posibilidades.
¿Qué miedo tienes? No me vengas con la usada y manida frase: de no tengo recursos. Si no los
hay, búscalos. Lo hiciste para otros. ¿Tan difícil es entender que nos necesitamos el uno al
otro? Si cierras la grieta de mi diferencia en vez de agrandarla, te irás convirtiendo en fuerte y
justa. Necesitas cuidar de mí, no puedes ni debes eludir esta responsabilidad.
Pero, ¡¡mírame a los ojos!! No mires para otro lado. ¿Por qué no me dejas notar el aire en mi
cara? ¿Qué motivos tienes para no dejarme sentirme como el resto de niños, que cabalgan a
lomos de sus caballos blancos, gritando que son normales? ¿Sabes de qué te hablo? ¿Por qué
no facilitas que también yo pueda cabalgar y poder gritar que soy diferente? ¿A qué juegas?
¿Por qué no me ayudas a ver un atardecer en el parque mientras mis pies vuelan sin tocar el
suelo?
¿Pero qué te he hecho para que no pongas todos los medios necesarios para que la lluvia
pueda acompañarme en mi viaje matutino con mi padre?
Te pido, por favor, que hagas algo. Es una cuestión de justicia social, y cuando te vomito la
verdad sólo sabes mirar al suelo y seguir haciendo promesas que son simplemente brindis al
sol.
¡¡No me vengas con el cuento de la política, las normas, los decretos!! Si quieres puedes. Y si
no, dímelo a mí que no hablo y soy capaz de comunicarme. Estás delante de un luchador que
solo te exige que le des las mismas armas que al resto para que en la batalla de cada día no me
vaya con más heridas que las necesarias o las mismas que cualquier otro niño al que tú has
decidido categorizar de normal.
¡¡¡Solamente quiero MONTAR EN BICICLETA Y HACER DEPORTE COMO CUALQUIERA!!!
No olvides que aunque me pongas trabas, un día cabalgaré a lomos de mi bici. ¡No es una
amenaza!, es una promesa. Un día cabalgaré al lado de mi padre y mis manos seguirán
intentando coger mariposas que no existen para ti, pero que para mí son reales.
Y ese día de nuevo nos sentaremos los dos solos y por fin podrás mirarme a los ojos y decirme
que conseguiste mi integración. Ese día, querida sociedad, serás fuerte y sana. Hazme caso,
querida sociedad.

Francisco José Paredes Pérez

 

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