AMOR…DIFERENTES, PERO AMBAS MARAVILLOSAS»
Autora: María Álvarez Menéndez
La mayor, Julia, tiene 16 años…desde los 3 años está diagnosticada oficialmente de Trastorno de Espectro Autista. Por ella, creé un blog. Compartir mis experiencias, mis miedos, mis soluciones con otras madres y padres es algo que no me cuesta ningún esfuerzo y creo que puede resultar muy válido para ambas partes.
La pequeña, Celia, tiene 15 años. Es madura, responsable, inteligente y, ahora, es un gran apoyo y ayuda en el día a día con Julia.
Como madre me siento satisfecha. Es extraño…soy una mujer extraordinariamente insegura, siempre creo que obro de manera equivocada, ¡yo misma me califico de María «Metepatas»!. Pero estoy segura que la educación que les estoy dando es la correcta. Su padre y yo llevamos divorciados desde hace más de dos años y aunque, obviamente, ha habido días muy críticos, dentro de lo que cabe, estoy tranquila. Las limitaciones de comunicación que presenta Julia hacen imposible conocer su opinión pero he hablado en multitud de ocasiones con Celia y, en absoluto, se siente amargada, desgraciada…muy al contrario, sabe que es muy querida tanto por su padre como por mí. Debido a mi carácter abierto, conmigo quizás mantenga una comunicación más natural, nada forzada…y si algo me preocupa, se lo pregunto directamente, sin tapujos.
¿Y la forma de demostrarnos nuestro amor mutuo?.
Existe una falsa creencia, muy extendida, debido a la escasa información que aún existe sobre el autismo, que identifican a estas personas como frías, distantes, incapaces de mantener contacto ocular y, mucho menos, físico. No niego que existen niños con autismo que no soportan ser acariciados, abrazados, besados pero tras más de diez años teniendo relación con niños que padecen TEA, puedo asegurar que aún no he conocido a ninguno que haya rechazado mi contacto.
Julia, mi «osezna», es capaz de darme a lo largo del día ¡¡¡ cincuenta, sesenta…cien besos!!!, el número se incrementa sino tiene colegio. Mientras le ayudo a ducharse, me besa; cuando se pone el pijama y colaboro con ella, me besa; al lavarse los dientes, me besa…¡¡¡y cuando baja del autocar que del la trae del colegio…recibo una catarata de besos sin fin!!!. Besos dulces, suaves, amorosos, acompañados de una sonrisa tan maravillosa como su mirada. Es su manera de decirme que me quiere y es mi manera de saber que lo estoy haciendo correctamente.
Celia, mi «cervatillo», de grandes ojos y largas pestañas, es huidiza, un tanto fría y distante…le cuesta mucho más demostrar su amor, pero lo hace cuando me plantea preguntas que me consta que no lo hace con nadie más que conmigo…Sé que le gusta, aunque no lo confiese, que a sus amigas yo les parezca (según sus propias palabras) una de las madres más «enrolladas». ¡Le encanta tener una tarde de «chicas», las dos juntas, en un Centro Comercial cercano a casa…comprar algún capricho, mirar escaparates y, sobre todo, comer en el Burger king o en el McDonald!…Demuestra su necesidad de mimos todas las noches, pues duerme conmigo; eso sí, marca las distancias, hasta que «me canso» y le digo que mi tributo a cobrar es un «saco de besos».
Creo que lo único que estoy haciendo medianamente bien es ser madre. Siempre, desde niña, supe que quería tener hijos por encima de cualquier cosa y sé que me sentiría frustrada sino hubiese tenido a mis hijas. Es mas, durante el embarazo de Celia, yo estaba gestando gemelos, pero uno no prosperó: recuerdo la «llorera» que pasé en la camilla donde me estaban haciendo la ecografía.
También ahora sé que una vez que tienes hijos tu libertad desaparece. Siempre me imagino como un árbol enraizado a un lugar del que no puedo moverme porque mis raíces son Julia y Celia. Por supuesto que en momentos de angustia, de enfado, de desesperación…en momentos de enfado, no sé con quién, porque lógicamente me encantaría que Julia no tuviese autismo…hay unos instantes en los que deseo con todas mis fuerzas que se pudiese dar marcha atrás en el tiempo, volver a tener veinte años y ser libre…Pero también sé que lo mejor que se hacer es ser madre.
Soy una madre orgullosa y satisfecha de Julia, mi «osezna» mimosa con autismo, que cada día me regala maravillosas sonrisas y besos y de Celia, mi «cervatillo» de ojos grandes, que de vez en cuando me obsequia con conversaciones de tú a tú que no tienen precio.
Soy madre y soy mujer…en este orden…y mis hijas es lo más grande que tengo y lo mejor que he hecho en mi vida.