SOY MADRE
Autora: María Álvarez Menéndez
Soy madre, divorciada, de dos hijas adolescentes. La mayor se llama Julia y tiene dieciséis años y la pequeña, Celia, tiene catorce.
Julia conmigo es una fábrica de mimos, carantoñas, cosquillas, besos, abrazos. Si vamos caminando por una senda próxima a mi casa, no cesa de darme besos en el hombro, en la cara.
Celia está metida en su propio mundo. Se aísla de todo en su habitación con la única compañía del móvil, el portátil, los cascos y, en ocasiones, la televisión. Jamás ha demostrado el más mínimo gesto de cariño hacia mí. He de suponer que me quiere pero, desde luego, no lo demuestra.
Si vas con Julia a la playa, sabes que debes ir pertrechada de toallas y más toallas porque si hay algo que le gusta es: tras bañarse ¡¡¡dos horas!!!, en el mar, rebozarse cual croqueta sobre la arena.
Si, en cambio, es Celia la que nos acompaña, coloca su toalla perfectamente estirada y se tumba al sol y no pronuncia de una palabra.
Si acudes a un área de entretenimiento, sé que Julia va a desearte en todo y que cualquier cosa que haga lo va hacer con la banda sonora de su sonrisa…Celia, sin embargo, se siente mayor como demostrar sus emociones.
Supongo que Celia es, según el entorno en el que se mueva; no puedo creer que cuando está con sus amigos, adopte esa postura distante, en ocasiones, arrogante.
Sin embargo, Julia no tiene dobleces. La gente que la rodea es una “amalgama” difícil de entender; su grupo soy fundamentalmente yo y, cuando está con su padre, es él quien forme parte de su grupo.
Por las iniciales palabras de este relato, podría deducirse que Celia es quien tiene Autismo pero no, lo que le ocurre es que ha entrado, de bruces en plena adolescencia y es sabido que, en esta época que, sobre todo las madres, nos convertimos en las más férreas enemigas.
Julia también ha entrado en la adolescencia pero como es incapaz de mostrar dos caras, es la Julia de siempre, mimosa, “osezno”, cariñosa.
Tanto una como otra saben que siempre voy a estar a su lado y Julia debe estar tranquila porque siempre estaré ahí para atarle los cordones de las zapatillas.