“MI PEQUEÑO MANUEL”
Autora: Cristina Sanchez
Llegaste a mi vida sin avisar, como un torbellino que unas veces arrasaba con todo y otras se mantenía calmado, agotado.
Ahora (después de dos meses sin verte), cada vez que pienso en ti o hablo de mi experiencia contigo (de la que presumo orgullosa por haber podido formar parte de ella) me tiembla la voz ya que, en poco tiempo, me has calado muy hondo.
Hacía tiempo que sentía un vacío en mi vida, por lo que cuando me ofrecieron la oportunidad de formar parte de una asociación para la inclusión social y educativa de niños con problemas de comunicación y de relaciones sociales, supe que ya no volvería a sentirlo.
Ya me habían avisado de lo especial que eras, pero decidí arriesgarme, ya que no tenía nada que perder pero sí mucho que ganar. Así que cuando Fernando, mi tutor de prácticas, me preguntó si quería pasar las mañanas contigo en el colegio para intentar hacértelo todo más fácil, ni siquiera me lo pensé. Y tengo que decir que aunque hemos pasado momentos difíciles, nunca me he arrepentido de mi decisión.
La demanda no era tuya. Los docentes que trataban contigo se quejaban de que no podían atenderte e incluso llegaron quejas de madres de algunos de tus compañeros de clase, a las que espero que nunca se vean en la misma situación que tu mamá, ya que debe ser muy duro no encontrar más que piedras en el camino cuando lo único que quieres es que tu hijo vaya al colegio, esté con sus compañeros y aprenda igual que los demás.
Hemos pasado muchas cosas juntos en estos meses y he aprendido muchísimo contigo. Me has enseñado conceptos muy alejados de la teoría universitaria. Nos hemos reído, nos hemos asustado, hemos bailado, hemos cantado, hemos visitado la biblioteca municipal y el parque de bomberos, hemos investigado, hemos leído y hay veces en las que me he aguantado por no llorar contigo. También me has permitido jugar contigo, aunque normalmente preferías hacerlo solo, aunque sin que me despegase de tu lado.
La mayoría de los maestros de tu colegio se acercaban cuando estabas de buen humor, contento, cariñoso, cuando dabas besos y cuando te reías, pero cuando tu energía aparecía de repente en forma de rabieta, ya no podía contar con nadie y creo que por eso comencé a entenderte.
Hemos establecido tal conexión que a veces con sólo mirar tus ojos verdes ya sabía qué pensabas, qué querías, qué te pasaba, pero lo difícil era cuando te mantenías ausente o cuando habías visto u oído algo que no te agradaba y yo no lograba dar con lo que era. Era entonces cuando se me rompía el alma al verte llorar y no poder terminar con tu angustia.
Creo que no hay que buscar una explicación a tu comportamiento, sino quererte como eres y tratar de ayudarte en todo lo posible. Me encanta que te expreses en cada momento, ya que hay personas que creen que los niños como tú carecen de opinión, de gustos y hasta de sentimientos. No se dan cuenta de que ante todo eres una personita de seis años al que le gusta divertirse como a todos los niños de tu edad ni de que tienes un corazón en el que no hay lugar las mentiras, por lo que tus abrazos y tus besos son sinceros, así como también lo son tus palabras cuando pides perdón.
Eres capaz de muchas cosas: aprendes inglés con una facilidad asombrosa y conoces animales que yo ni siquiera sabía que existían.
Cuando los docentes del colegio me preguntaban una y otra vez si no estarías mejor en un colegio especializado, mi repuesta siempre ha sido la misma: lo dudo muchísimo. Quiero creer que me hacían esa pregunta por desconocimiento y no por querer “deshacerse de un problema”. Sinceramente pienso que si de verdad se preocupasen por ti sabrían que conoces los nombres de todos los niños y las niñas de tu clase, que te gusta sentarte en el banco donde están todos leyendo y leer con ellos sus libros, que te gustan las construcciones y los peluches de animales y, sobre todo, que te encanta la pizarra digital de tu clase y que la manejas mejor que muchos mayores. Pero claro, es más fácil decir que faltan recursos para atenderte, que tratar de intentarlo.
Estoy segura de que llegarás muy lejos y de que seguirás tan feliz o incluso más que ahora y sobre todo, espero que sigas disfrutando de la vida, de tu vida.
Cristina (Monitora voluntaria de Manuel).