Siempre escribo mirando hacia atrás, pero es que yo ya estoy viviendo un poco mi futuro y quizás “lo que fue “ viene bien que lo conozcáis los padres que estáis en el presente y tenéis mucha vida por delante
Años….1950…1960—1970…1980…..
Si tenías un hijo con discapacidad y la suerte de encontrar un centro de educación especial en tu provincia, eras afortunado. Prácticamente no existían.
Y si habías encontrado algo y tu hijo seguía creciendo…. al llegar a los 18 años ¡se acabó el colegio! ¿Y ahora que hacemos? Pues sencillamente nada, no tenías mas opción que quedarte con él en casa .
Y ¿qué hacía un chico de 18 años con una discapacidad, la que fuera: TGD, autismo , SD, parálisis cerebral. etc? Pues sencillamente, nada. Las actividades de ocio para la población general en aquel momento podían resumirse en escuchar la radio, se jugaba a las cartas o a juegos de mesa, se salía de paseo cuando el tiempo lo permitía, se veraneaba en la playa o en la montaña cuando se podía…. Y las personas con discapacidad se acomodaban a sus familias generalmente de “oyentes” pero, salvo excepciones, pocas participaban en ellas.
Y así surgió, en los años 80/90, la lucha de las familias para conseguir en primer lugar, centros específicos de discapacidad, centros de día, residencias, y cuando se fueron avanzando pasos en esos campos, se empezó a pensar en la necesidad de que las personas con discapacidad participaran en actividades de ocio compartidas, incluídas decimos hoy, con toda la sociedad, que pudieran llenar los tiempos libres de estas personas.
Al principio se ponía el grito en el cielo
-¡Si no saben hacer nada! ,
-¡si no se enteran!,
-¿para qué?.
Y luchando y convencidos de las posibilidades de esas personas, grupos de padres se reunieron y lucharon, para conseguir algo impensable: los chicos aprendían, con el esfuerzo de todos, y con la ayuda adecuada a cada uno, a participar en diversas actividades, aprendían a ir al cine, a comportarse en un restaurante, a participar en todo tipo de actividades
Todo ello nos sugiere la necesidad de luchar, de unir esfuerzos, de apoyar ideas, en definitiva, de trabajar juntos para poder crear un buen ambiente en la sociedad y que nuestros hijos no sean vistos como “bichos raros” sino como personas pertenecientes a una comunidad, que sencillamente son diferentes, de la misma forma que diferenciamos un rubio de un moreno, un alto de un bajo, pero son ante todo PERSONAS. Y por eso tenemos que luchar.
La tarea no es fácil. Falta mucho camino por recorrer pero como decía Machado y cantaba Serrat “ caminante, no hay camino, se hace camino al andar” . Y todos juntos mirando al futuro, lo conseguiremos, llegaremos a la meta.
Nota: (Por supuesto, tampoco este relato entra en el concurso)