Cuando la tristeza se convierte… en AMOR.
Autor: Alejandro Bolancel Rubio
Amanece un nuevo dia. Un día cálido, bochornoso, como corresponde al periodo estival? comenzaron las vacaciones, terminó el colegio, empieza una temporada de cambios, en fin, toca reorganizarse.
Para Candelilla todo esto no altera ni un ápice su alegría, ella no modifica sus rutinas, disfruta por igual su colegio, sus terapias, sus atenciones tempranas, y sobre todo, sus ratos de ocio, que sus Papás le ofrecen cada fin de semana. Para ella no hay sufrimientos, ni pena, ni tristeza, todo eso queda reservado para los Papás? actualmente Candela solo vive para amar…y ser amada. El día a día de Candelilla es una jornada frenética de actividades, que hace posible, cuando llega la noche, que se entregue a la cama de una manera despiadada, durmiendo apaciblemente durante toda la noche, hasta las primeras luces del alba, que es cuando Candela ve próximo su despertar? despertar, que desde hace varios años, pasó a ser para toda la familia, el culmen de una entrega amorosa incuestionable. Candelilla abre sus ojitos, se despereza y lanza su típico grito de “guerra”, grito que indica que ya está despierta y que ansía que Papá y Mamá vayan, como hacen todas las mañanas, a verla a su cuarto, y sobre todo, que la besen, pero que la besen mucho? ella lo espera, lo desea y cuando percibe todas las caricias matutinas que sus Papás le dan con tanto afecto, ella recibe tal estimulación que le provoca una risa que le confiere unos gestos faciales de tal placer que la habitación se ilumina de una luz, tan llena de AMOR, que no se puede apagar.
Pero hoy no es día cualquiera, es el primer día del verano. Candelilla aun no lo sabe, pero sus Papás hacen los preparativos para pasar una jornada de piscina, ella es ajena a todo el traqueteo matutino, mientras disfruta de su desayuno y sus dibujitos animados. Llega el momento en el que su Papá coge el pictograma que indica una maravillosa jormada acuática y en el momento que Candelilla posa su vista en él, una sonrisa adorable cruza su rostro? acaba de saber que va a pasar un día estupendo y sus gestos (y saltitos) dan muestra de su enorme alegría. Una vez que Papá, Mamá y Candela aterrizan en su destino, Candelilla enfila el camino directo hacia la piscina, su impaciencia es enorme y, como casi siempre, su Papá tiene que correr mucho para impedir que tanto el vestido, como las zapatillas se mojen en la piscina. Sus ansias por disfrutar del agua son tan grandes en Candela, que una vez dentro, solo cabe deleitarse con su felicidad. ¡¡Y cuánta felicidad!!, todo el día jugando en el agua: saltos, piruetas, toboganes acuáticos…y todo ello acompañado con la inestimable ayuda de su padre, que cuando llega la noche está muy cansado… pero a la vez, muy contento.
La jornada acuática llega a su fin, y con el arduo trabajo que supone convencer a Candelilla que el baño a llegado a su fin, la familia al completo pone rumbo de vuelta a casa. Ya en casa, tanto los Papas, como Candela, se encuentran muy cansados? la piscina y todo el frenesí de actividades que supone el interactuar con Candelilla es un esfuerzo agotador, a la par, que muy satisfactorio. El día se acaba, y para los Papás será recordado como un día que comenzó con la luz que irradiaba Candela al despertar, para dar paso a toda una jornada amorosa, con un esplendor tan bello, que hace posible que alumbre hasta las noches más tristes.
Me consta que los padres al finalizar la jornada estarán muy cansados a la par que satisfechos y contentos y que esa niña habrá disfrutado de ellos y del agua en un entorno escogido…porque yo conozco un poco a esos padres y se la suerte que tiene Candela.
El día de piscina, al igual que muchos días de diario agotarán con seguridad a toda la familia pero a la par que cansados, este papá y mamá pueden sentirse satisfechos y llenos de alegría porque le han dado a su hija la mejor terapia que pueden darle, su atención y el hacerla feliz. Sin duda Candelilla es una niña afortunada.