OBOE, FAGOT, FLAUTA TRAVESA
Autora: M. del Rocío Gallardo
Un añito y no recuerdo los meses… Pero tú hablabas perfectamente… Deposité en tus carnosas manos un libro…
Edad recomendada: a partir de cuatro años.
Título: «Música, maestro»…
Rápidamente, tu poderosa memoria capturó imágenes y conceptos… Aquí, viento metal. Allí viento madera… Percusión y cuerda. Todo.
Y en la última página de ese maravilloso libro que se bebió tu mente maravillosa, la orquesta. Todo un baile de nombres que repetías: oboe, fagot, flauta travesera…
Si te amaba ya, imagina, niño mío, cómo mi corazón se enamoraba orgulloso de tu dedito que señalaba, de tu voz, instrumento de mi alma…
Cumpliste tres años y alguien me dio a tomar un cóctel de recomendaciones en un lugar llamado atención temprana… Nadie pudo decirme en qué bolsillo guardé ese amor que exhibía tus artes. Maquillé mis sentimientos con capas de incredulidad, porque al mirarte no te reconocía… No hay peor monstruo que la incertidumbre… Flechas envenenadas atacaban la confianza puesta en ti, y te introduje en una burbuja protectora. Luchar era lo que contaba, y si tú decías oboe, fagot, flauta travesera… yo no escuchaba, sorda de miedos.
Crecías… Amor a prueba de retos. De profesores quejosos, con sugerencias malditas. Veía caras de hastío. Veía puertas cerradas. Crecías.
Muros y paredes que tú y yo fuimos tirando, porque al final, siempre cruzabas. Y otro tipo de amor, más orgulloso, más fiero, fue naciendo en mí…
A veces la vida se nos pone cuesta arriba. A veces apretar los músculos y los dientes y el cuerpo entero y todo parece no bastar, pero no importa… Porque estoy enamorada de ti, hijo mío. Porque en mis latidos de amor está la aleación más resistente que la ciencia pueda obtener. Con ella y tu especial óptica para interpretar este loco mundo, ahora sé que podemos llegar a las entrañas de la tierra o a la última estrella de la última galaxia si es preciso.
Es difícil. Por eso es tan bonito cuando se consigue; cuando suena por fin la melodía, esa que parece que no va a salir y al final brota y nos embelesa. Por eso te quiero tanto y te querré hasta el fin de mis días. Lo que quede después de mí, la materia, la energía, seguirá empujando tus pasos, aún cuando no te haga falta.
Que no te haga falta…
«Amor más poderoso que la muerte», que decía el gran genio.
Confieso que me canso, me preocupas todos los segundos de mis días y mis labios temen tener que probar el sabor de la derrota. Miro el mañana y me asusto, pero confío en tu fuerza y en la mía. En este hechizo de amor tan poderoso. En este baile nuestro en las estrellas. En nuestro claro de luna, en la música de tus ojos. En tu nobleza infinita. En tu ternura, en tu grandeza. Confío en el dibujo que haces del mundo, porque si en el nuestro no hay sitio para ti, es que es un mundo perdido.
Amor de sol. Amor de esperanza.
Un añito y no recuerdo los meses… Tú, con tu pronunciación perfecta… Oboe, fagot, flauta travesera…
Entrañable y emocionante ha sido el momento vivido mientras disfrutaba leyendo este profundo relato de amor eterno