Eres diferente, así como no existen dos líquidos que fluyan constantes, ni dos miradas que emocionadas observen el mismo paisaje; no existen los caminos ya recorridos ni el sol que los alumbraba, no existe lo que se ha perdido y se desvanece con fragilidad inusitada lo que se ha conseguido.
Eres diferente a los ojos asustadizos de los acomodados a mirar con cálculo frío y rítmico la luna, sin percatarse de sus grietas, ni de sus cráteres, como si ellos fuesen insignificantes.
Eres diferente, sencillamente por la exclusión a la que te somete inconscientemente la mayoría, como si la minoría no amontonara lo fantástico y lo plausible, ni lo genial ni lo básico, como si no tuvieses ni ocupases espacio.
No me apena que seas diferente, me aflige que por serlo soportes la crueldad de las malas gentes y la ignorancia del «igual», me ensombrece la belleza que contemplo al verte el notarte inquieta porque el fuerte ha olido al débil.
No cariño, me gusta lo que contamina tu ser de pureza, tu integridad honesta te ennoblece con fino hilo tejido suavemente y te viste a diario acompañando tus pasos. Eres la obra maestra de mi vida, eres el libro que no he escrito y que cada mañana te dedico, eres la fuerza que me invade al levantarme, eres la número uno sorteando obstáculos, eres el roce de lo divino por tu empeño, tu voluntad y tu esfuerzo.
Serás feliz caminando el camino. Y yo así, algún día despediré, la luz con sosiego, que no quiero más que ese destino.
María del Mar Bernal