ELLA LO SABE,
YO NO PIENSO RENDIRME NUNCA
Autora Mª Jose Fernandez Fernandez
¿Una historia de amor? No encuentro historia de amor más hermosa que la de una madre por sus hijos. Y esa es mi historia.
Mi hija Claudia tiene 12 años y es Asperger.
En la misma medida que no se puede tener mayor amor que el que se tiene por un hijo, se podría decir que no hay mayor dolor que tener un hijo diferente. Mirar a tu alrededor y ver siempre a los demás niños jugando en grupo sin que ello les suponga ningún problema y ver a tu hija siempre sola. Rodeada de gente pero sola. Y saber que ella desearía no estar ahí, huir y esconderse para sentirse libre de esa carga que se llama ansiedad y que se le dispara cuando hay gente alrededor y no puede controlarlo si no es buscando soledad.
A diario llegamos tarde al colegio. Ella pregunta ¿por qué siempre llegamos tarde? Y es que yo no puedo soportar ver como se coloca en la fila junto a sus compañeros y despliega su burbuja de soledad. Alguno se atreve a darle los buenos días pero ella nunca contesta. No oye. Hace tiempo que bloqueó sus vías de entrada y solamente espera sin más.
En el centro comercial hoy no hay demasiada gente y ella dice que menos mal, que así no oye tantas conversaciones a la vez…
Ella te sorprendería si la escucharas con interés. Tiene muchas cosas que contar. Yo detengo mis actividades diarias de mujer-madre-trabajadora y me paro a escuchar embobada mientras ella habla y habla de sus cosas…
Cuando el síndrome de Asperger entró en mi casa, lo hizo para quedarse para siempre y aunque nos ha costado mucho tiempo asimilarlo y entenderlo, empezamos a darnos cuenta de que todos padecemos los síntomas y sufrimos esta condición neurológica que la hace tan especial. Todos en casa tenemos Asperger y nuestras vidas giran en torno a actividades positivas para su progresión, deberes interminables, terapia de habilidades sociales y muchas, muchas horas de soledad.
Sí, no hay historia más hermosa de amor que la que una madre pueda contar de su hija, pero si además esa historia se llena de dificultades es aún más intensa si cabe.
Ella sabe que yo nunca me voy a rendir y que aunque son muchos los días en que el día y la noche parecen no tener fin, estaré ahí para escucharla, protegerla, guiarla y ayudarla a entender por qué es diferente, pero no peor.