“ALGO MÁS QUE UN PLANO DE METRO”

Autora: Francisca Rivera Leiva

 

Aquella tarde, al salir del colegio, Álvaro llevaba dentro del bolsillo de su chaquetón de color rojo un pequeño papel doblado en dos partes, al que se aferraba tanto que casi le impedía darle la mano a su madre. Estaba feliz, su querida amiga Alicia se lo había dado a la hora del recreo. Aunque Álvaro y Alicia ya no estaban en la misma clase, ella se lo había traído desde Londres. Era un pequeño plano de metro.

Todas las mañanas, justo a las once en punto, él la esperaba en el patio del colegio  cuando  salía al recreo desde su clase verde, que era como se llamaba su aula TGD. En cursos anteriores, habían compartido varias horas de clase cada día en la clase de referencia en educación Primaria, hasta llegar a 6º que repitió y dejó de estar con ella.  Compartieron esos momentos en los que él se podía sentir perdido con las explicaciones de sus profesores. Ella siempre había estado ahí, ayudándole a sentirse como uno más dentro de su mundo,  inexplicable para muchos. En ocasiones,  no entendía por qué algunos le miraban raro cuando les decía que le gustaban los trenes y, sobre todo, las estaciones del metro de todas las ciudades (Madrid, Barcelona, Lisboa, Londres o Ámsterdam). Alicia fue la primera compañera que trató de  entenderle y ver que, a pesar de sus “dificultades”, tenía una mente prodigiosa. “¿Cómo podía saber exactamente las estaciones de metro desde el colegio hasta el metro de Plaza de España?” y “¿Cómo, tras un pequeño cálculo de tiempo, saber los minutos que se podían tardar en llegar o el día de la semana que se inauguró la ampliación de la línea 3 de metro?” se preguntaba ella.

Ese día había sido especial para él. Tras unas semanas de intercambio en el Reino Unido su amiga volvía al Colegio.  Le había prometido que trataría de hacerle algún regalo, y él, día tras día, le recordaba a sus padres que tan sólo faltaban unos días, horas y minutos, en que volviera su querida amiga para no estar sin ella  en el patio.

En ese  colegio había sabido lo que era tener amigos por primera vez gracias a ella.  Alicia se quedó sorprendida al conocerle y les  había contado a todos sus compañeros que Álvaro,  a pesar de estar algunas horas  en el aula TGD, era un chico especial.

Él ya había estado en otros colegios y  a la hora del recreo, al salir al patio siempre se quedaba  sólo  cerca de los cuidadores de patio, a los que enseñaba una y otra vez esos planos de metro que le habían dado sus padres o familiares y que guardaba en su chaquetón cuando era invierno,  o en el bolsillo del pantalón en primavera. Les decía de qué marca y modelo eran los vagones de los trenes y el año en que se habían fabricado. Incluso, lo que se tardaba en el trayecto desde la estación de la Peseta hasta Plaza Elíptica para después,  llegar a la estación de Sol.

Álvaro, desde el pabellón de Primaria, vio llegar a Alicia con paso ligero junto a su otra gran amiga Laura. Alicia le miró, le sonrió y,  saludándole alargando su mano,  le entregó  ese preciado tesoro, un plano de metro de Londres. Su cara se  iluminó y, bajando la mirada hacia el suelo, se sonrojó. Alicia le dijo que lo había cogido de la estación Piccadilly Circus. Él le respondió: “Claro, del underground”…

Caminaba de regreso a casa junto a  su madre,  y como casi siempre, sin articular palabra. Con su familia, Álvaro casi no hablaba, no tenía nada que contar si no se le preguntaba. Mientras caminaba, no paraba de pensar y de  forma rápida trataba de recordar con detalle lo que había visto y leído sobre la línea del metro de Londres, que va de Piccadilly a Victoria Station. Sabía que la estación de Piccadilly Circus se había abierto el 10 de marzo de 1906 y que está en Piccadilly Line y es la línea de metro de color azul oscuro… Recordaba también  la primera vez que estuvo en Londres, el 4 de Agosto del 2011,  y el momento en el que entró dentro del metro, en Victoria Station, y cómo sus padres sacaron su billete y se lo dieron para que lo pasara suavemente por los accesos de entrada. Tan sólo tardaron 1 minuto y 10 sg , según marcaba el cronómetro del  reloj analógico que llevaba siempre consigo.

En ese mismo momento, su madre le miró y dirigiéndose a él, le preguntó:

– “Álvaro,  mañana voy al metro de Cuatro Caminos  ¿Qué línea tengo que coger?”.

Él, la miró y en unos segundos, le respondió:

– “Línea 11 hasta Plaza Elíptica. Y después, línea 6 hasta Cuatro Caminos. Tardas, 47 minutos. 44 segundos. 19 estaciones”.

Ella le sonrió y recordó cómo un amigo de la familia,  conociendo a su hijo, le había traído de su último viaje a Nueva York un plano de metro y otro de la ciudad. Y cómo éste muy contento, recordando su viaje, le dijo:

“ ¿Sabes que me he enterado que la persona que controla toda la red de metro de Nueva York, horarios y frecuencia de trenes es síndrome de Asperger?”

En ese mismo instante, a ella se le humedecieron los ojos y sonrió.

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