Debo confesar que ignoraba casi todo del autismo hasta hace unos 20 años cuando conocí a mi amiga Loli. Entonces, su hijo, para mí, era un adolescente “diferente” con problemas de comportamiento a menudo difíciles de controlar.
Poco a poco, y porque mi amistad con Loli fue afianzándose, me acerqué casi sin querer a este mundo tan particular como es la familia del autismo. Conocí a personas muy involucradas y dedicadas por razones personales y familiares, pero también conocí a gente totalmente desinteresada y movida únicamente por el altruismo y la generosidad. En cualquier caso fueron y siguen siendo, lecciones de vida y de generosidad inolvidables.
Durante todos estos años, he estado en contacto con chicos y chicas autistas en mayor o en menor grado pero mi experiencia más significativa, claro está, la he experimentado con Rafa, el hijo de Loli. Le conocí cuando aún no había cumplido los 9 años. Admito, que a pesar de ser madre y de tener algo de experiencia con los niños, al principio me sentía completamente desarmada ante el comportamiento de este niño que podía descontrolarse y nunca sabía cómo iba a reaccionar. Es cierto, que durante algunas temporadas y por periodos más o menos largos, los médicos ajustaban su tratamiento hasta conseguir un comportamiento estable. Durante todos estos años he vivido numerosas anécdotas con Rafa pero, en mi mente destacan dos por su intensidad emocional.
Recuerdo que un día de invierno, Loli me llamó para que la acompañara al hospital porque el niño estaba enfermo. Cuando llegamos a la sala de urgencias, le explicó a la enfermera el caso de su hijo y le pidió que si pudiera ser, que no tardaran demasiado en hacerle pasar. Lo cierto es que a Rafa nunca le han gustado mucho los hospitales (¡como a todos!, hasta aquí, todo normal…) pero su reacción puede ser totalmente inesperada. Llevábamos unos 10 minutos viendo las imágenes de unas revistas, yo llevaba los abrigos, bufandas, guantes, etc. (Madrid puede ser muy frío en invierno) cuando de pronto Rafa se gira, me mira y más o menos nos dice, “me voy”. Loli que por razones físicas no podía correr detrás de él, me dice: “¡atrápale, que no salga! Me levanto de mi asiento cargada con todos los abrigos e intento agarrar a Rafa como buenamente pueda, pero se esquiva y, con, por aquel entonces, su metro ochenta y sus casi 100 kilos comienza a correr hasta el parking. Me vi un poco desbordada y tuve que reaccionar en segundos. Solté todo mi equipaje, y salí corriendo tras el niño. Lo que más me preocupaba no era alcanzarle sino saber cómo pararle y conseguir que regresara a la sala de espera. Cuando le agarré por el brazo sabía perfectamente que por las buenas no me haría caso porque no sabe de razonamientos y que por la fuerza saldría ampliamente victorioso, así que opté por mirarle a los ojos y me hice la “dura” y hablé con determinación y mucha seguridad alzando ligeramente la voz “Rafa, vamos a entrar y a esperar al doctor”. Debí de ser convincente o de asustarle un poco porque me siguió y entramos de nuevo donde nos esperaba la enfermera que por razones obvias le hizo pasar enseguida.
A pesar de ser un niño especial, Rafa ha sido y es, muy cariñoso y encantador. Siempre he pensado que reconocía quien soy por ser la amiga de su madre y como siempre me veía con ella he pensado que sabía mi nombre porque su madre se lo decía. Sin embargo, cuál fue mi sorpresa cuando un día haciendo la compra en Mercadona, me crucé con él y con un grupo de sus compañeros del colegio acompañados por sus monitores. Estábamos fuera del contexto acostumbrado. Me acerqué y le dije: “hola Rafa, ¿cómo estás?” La monitora, sonriendo le preguntó, “Rafa, te están saludando, ¿sabes quién es?” y entonces para mí fue un momento mágico cuando sonrojándose y sonriendo dijo mi nombre con una claridad y precisión indudables. Me sentí privilegiada, no solamente había conseguido al cabo de los años un respeto por parte de Rafa sino que además había conseguido un reconocimiento. Sé que todos estos logros, estos pequeños pasos, son gracias a su entorno familiar y a la educación que ha recibido durante todos estos años así que enhorabuena a todos y ánimo.
Agnès Rouffiac