Os presentamos el relato número 31 de Cuéntame el Autismo «Mi pequeño tritón. El agua. El silencio. » que nos envía Vanesa Pérez Padilla, desde Melilla

Silencio. Te veo flotando sobre el agua y solo pienso en el silencio. Tu sonrisa relajada, tu expresión de paz, tus brazos recibiendo la luz del sol. Y el silencio. Ese silencio que tanto necesitas en un mar de ruidos que te devora, en un mundo lleno de rostros, de luces, de voces que te sobrepasan. En el agua eres otro ser. Eres libre.
Eres capaz de saltar esos obstáculos que en tierra firme se te resisten, porque aún, a tus casi diez años, no sabes hacerlo.
Eres capaz de lanzarte sin miedo a la piscina, con seguridad, con confianza, cuando el caminar, el bajar unas escaleras, simplemente el mantenerte en pie sin tropezar pueden suponer un reto que te deja exhausto y temeroso.
Puedes recorrer distancias eternas sin descanso, apenas tomando unas bocanadas de aliento y regalándonos esa mirada de satisfacción, de logro, de éxito. Mientras, el firme del suelo se te resiste, te boicotea, hace que te caigas una y otra vez, que pierdas el control de tus extremidades, te lesiona, te hiere.
Eres capaz de sumergirte durante largos segundos que me resultan horas y me encogen el corazón, para demostrarme que eres uno con el líquido elemento.
Te mueves ágil, te mueves raudo. Eres un tritón que fuera de su entorno camina desgarbado, utiliza pañal, no habla, no puede coger un lápiz para expresar lo que necesita, que sufre por la incomprensión que esa impotencia le genera. Pero cuando te zambulles desaparecen todas esas barreras, todo ese dolor.
Ante tus arranques de ira, de energía sin control, solo el agua puede ejercer de bálsamo.
Cuando pensábamos que nunca encontraríamos algo que te motivara, que pudiera sacar de ti ese potencial que sabemos tienes, porque tu mirada así nos lo dice, en ese momento preciso apareció ella, nuestra sirena. Y te dejamos, con miedo. Te recibió con gran voluntariedad y vocación, libre de prejuicios. A los dos días había conseguido que dejaras la burbuja fuera de la piscina. Al poco ya sabías flotar. Te fue conociendo, te fue respetando, te fue probando, te fue exigiendo. Algo que nunca habríamos creído posible. Te dio la oportunidad de crecer, de disfrutar, de retarte a ti mismo. Nos dio amplitud de miras, diferentes perspectivas, ver más allá de los no puedes, no llegas, no eres capaz. Año tras año, y ya van cuatro, consigue sorprendernos y emocionarnos. Porque puedes. Porque pueden.
Solo hace falta querer y creer. Querer y creer que todos podemos, que todos tenemos lugar en este mundo, que todos tenemos capacidades dentro o fuera del agua. Se pueden lograr cosas increíbles con pasión, con tenacidad y no dejándose llevar por el derrotismo. Y para ello necesitamos convencernos de que ellos sí pueden.
Rodrigo, eres un ser de agua, que cada vez que sabes, intuyes que el momento de la piscina se acerca mudas la piel por escamas, te yergues y comienzas a transformarte. Que nos regalas la mejor de sus sonrisas. Que nos agradeces con la mirada, esa que brilla y habla. Que nos envuelves en ese abrazo infinito que hace poco has aprendido a dar y que nos deja sin aliento. Que sin mediar palabra gritas un “gracias mamá” que se me clava en lo más profundo y me recarga de energía y amor, aún a pesar de los días más oscuros. Pensar que pudieras realizar algún deporte es algo que había descartado a nivel subconsciente, como tantas cosas.
Ahora, en la distancia, lamento mi pérdida de fe y me replanteo mi vida de inicio a fin. Veo todo lo que eres capaz de hacer, y deseo acompañarte en ese camino, un camino en el que necesitamos de esos profesionales que están de verdad. No podemos ni debemos cerrar esa puerta. Las capacidades de cada uno de nuestros pequeños están por descubrir. Que nadie me convenza de lo contrario.
El futuro es incierto, tú nos lo vas marcando día a día, con tus pequeños, pequeñísimos avances y tu perenne sonrisa. Y, aunque quizás tengamos que separarnos, el agua será siempre nuestro lugar de encuentro, nuestro medio de comunicación, nuestro abrazo más sereno.
Mientras tanto, volvamos a disfrutar del silencio.

Vanesa Pérez Padilla

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