Siguiendo palabras de Punset, “una sociedad madura es aquella que es capaz de integrar a las personas con discapacidad”, ¿estamos nosotros ante una sociedad madura?

Ponerse en lugar del otro es algo que en la facultad siempre nos han contado y estamos acostumbrados a entender la discapacidad tratando de ponernos en el lugar de estas personas, pero explicar a alguien que no esté familiarizado con el mundo del autismo qué es, no es una tarea fácil.

Todos somos capaces de ponernos en el lugar de una persona con movilidad reducida y, si necesita ayuda, sabemos dársela: empujando su silla de ruedas para salvar un escalón, indicándoles dónde está la rampa, abriéndoles puertas de emergencia, etc. Por eso, podemos comprender la importancia de la supresión de barreras arquitectónicas (aseos adaptados, plazas de aparcamiento, ascensores, salva-escaleras, bordillos reducidos, etc.), y luchamos por su accesibilidad a la vida cotidiana.

Todos somos capaces de ponernos en el lugar de una persona con discapacidad visual, tapándonos los ojos y lanzándonos en solitario a un lugar desconocido. De esta forma, tomamos conciencia de lo complicado que es todo: vestirse, comer, desplazarse por la calle, coger el autobús… Cada momento del día se convierte en un reto y en una victoria. Porque somos capaces de empatizar con este colectivo de personas, si necesitan ayudan, sabemos dársela: guiándoles al cruzar una calle sin semáforo sonoro, informándoles verbalmente de lo que acontece en un momento determinado, etc. Así, la sociedad va siendo consciente de sus necesidades y va realizando cambios para favorecer su inclusión en la misma (informaciones auditivas en medios de transportes, traducción de diversa información al sistema de lectura en Braille, accesibilidad a las nuevas tecnologías, concienciación de la importancia del perro-guía, etc.), luchando de esta forma por su accesibilidad a la vida cotidiana.

Todos somos capaces de ponernos en el lugar de las personas con pérdida auditiva, intentando imaginar cómo sería la vida sin escuchar. Por eso, si necesitan ayuda, sabemos dársela: sirviéndonos de la expresión corporal y los gestos naturales, proporcionándoles la información por escrito, vocalizando y hablando más despacio, etc. Por eso, la sociedad está concienciada también con este colectivo de personas y progresivamente les integra en la misma a través de adaptaciones del contexto espacial y social (información visual a través de carteles luminosos, reconocimiento de su lengua natural de los signos, subtítulos de la televisión, etc.), favoreciendo su accesibilidad a la vida cotidiana.

Pero, ¿cómo se siente una persona con autismo? Podríamos pensar que es como si aterrizaras de repente en una tribu africana sin entender su lengua, sus costumbres, sus normas, su tiempo. Podríamos pensar que es como una invasión a nuestros sentidos, a nuestro espacio; un bombardeo de luces, sonidos, palabras, olores, sabores, texturas. Quizá sea un poco todo, quizá vaya más allá. Ojalá pudiéramos ponernos por un momento en sus mentes, saber qué sienten, saber qué piensan y qué necesitan exactamente, para de esta forma poder brindarles una ayuda más ajustada, más directa.

Es cierto que estamos en camino de conocer mejor su mente gracias a todos estos años de trabajo, de experiencias compartidas, de ver cómo evolucionan.

En el presente, las personas con autismo se esfuerzan momento a momento, día a día, por prestar atención a lo que se les pide, por entender las reglas que rigen el mundo y el desorden que reina en él. Quieren compartir con nosotros, lo necesitan; necesitan abrazos, mimos, ser vistos y escuchados, necesitan que les empujemos si encuentran una cuesta difícil de tomar… Pero también necesitan que respetemos su tiempo, su modo, su forma… No debemos invadirles… Debemos conocerles despacio, sin prisa ni arrebatos, escuchando su tempo, su ritmo, el sonido de su tambor interior, que sólo lo notaremos si estamos acompañándolos. Si caminamos por la vida, no por delante de ellos ni por detrás, sino a su lado, en el futuro se sentirán mejor porque seremos cada vez más los que nos esforcemos por comprenderles, mostrando que están en nuestra sociedad y que pueden formar parte activa de ella, luchando por derribar estas invisibles pero altas barreras psicológicas que están en la mente de los demás.

 

 

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