Seguimos con nuestra hazaña de desensibilización hacia ciertos sonidos y de trasformación de esos miedos en vivencias positivas y enriquecedoras que cambien esa asociación «odiosa» que se hizo en algún momento y que tan mal se lo hace pasar a Álvaro en demasiadas ocasiones.
Lo digo muchas veces y no me cansaré de decirlo nunca, mi hijo tiene la gran suerte de tener cerca mucha gente buena, implicada, dispuesta a ayudar, a colaborar si con ello le pueden arrancar una sonrisa o calmar un llanto.
El domingo fuimos a ver el parque de bomberos, y desde que se lo anticipé ya se le dibujaba la sonrisa en su cara. Cuando llegamos estaba eufórico, no sabía para donde mirar, aunque por otra parte estaba entre asustado y expectante por el ruido de los motores, de la luz de marcha atrás, por si sonaba de repente alguna sirena… Creo que debía sentirse como cuando estás viendo una película de miedo con él estómago encogido y el corazón en la garganta pero no eres capaz de taparte los ojos más bien haces lo contrario, los abres más que nunca para no perder detalle.
Se lo pasó «repipa», lo de la manguera con la espuma y el agua fue el momento de oro, a punto estuvo en varias ocasiones de sentarse en la espuma y dejarse llevar, jejejeje… eso no pudo ser, pero puedo asegurar que sus huellas se quedaron bien marcadas y sus zapatos bien mojados.
No fue fácil que se acercara al camión, pero en ningún momento salió corriendo, miraba las luces y escuchaba las sirenas sin moverse. Poco a poco conseguimos que se acercara al camión y al final vino el momento crítico, tenía que subir en él, no podía irse sin hacerlo porque sabía que le iba a gustar, que necesitaba superar ese temor, que conseguirlo le iba a aliviar. Ese último empujón tuvo que ser un poco más contundente, subió llorando, resistiéndose, pero en cuanto entró dejó de llorar, no era lo que él imaginaba, se sentó y disfruto del paseo con las sirenas encendidas, mientras decía «los bomberos van a apagar el fuego».
Esta experiencia ha sido posible gracias a Amador, nuestro vecino, y a su jefe, un hombre que me resultó ya a simple vista una gran persona. Les doy las gracias de todo corazón por lo que esto supone para Álvaro y por la atención con la que nos trataron.
El martes ha tocado coche de policía y ambulancia. Ha sido genial, se nota que va cogiendo confianza, que le va pudiendo más su afán por conocer que el temor a las sirenas, sonidos…
Desde el principio se ha montado en el coche de policía sin ningún problema. Ha descubierto algo estupendo… LA EMISORA!!!! No la soltaba, no paraba de parlotear por ella, lo que se le ocurría y de paso lo que escuchaba que hablábamos a su lado.. «Álvaro es como una grabadora» y él repetía «es una grabadora», no dejó lugar a dudas. Las luces le encantaron, precisamente le hacen el efecto contrario que los sonidos, podría pasarse mucho rato encantado mirándolas sin distraerse, y eso también es importante que cambie y así va siendo, ya no hay el «enganche» de hace algún tiempo. Las sirenas también las soportó mucho mejor, se subió al coche sin problema, con ellas encendidas, se bajaba, miraba y se volvía a montar. Tocó él mismo el botón para encenderlas y apagarlas cada vez con más confianza.
Después fuimos a ver la ambulancia. Pensé que tendría más reparo en subirse, pero me sorprendió de nuevo, sólo le faltó tumbarse en la camilla, jijijiji… (cosa que dicho sea de paso, espero que nunca tenga que hacer en su vida). También le encantó ponerse en el lugar del conductor, tocaba el volante, miraba todo, no quería perder detalle. Llegó el momento de las sirenas, y ahí si se puso más tenso. Creo que dos años de atascos en la M-30 con ambulancias pasando o incluso quedándose al lado con las sirenas con ese sonido tan concreto, tan rápido, tan de urgencia, es lo que ha desencadenado esta sensibilidad, porque realmente son las que más le inquietan. Tras ese susto inicial vino más disfrute, creo que no dejó ni un solo botón por tocar. Creo que ahora debo tener cuidado y estar atenta cuando haya cerca algún coche de policía o alguna ambulancia porque algo me dice que es capaz de subirse y ponerse a tocar la sirena sin siquiera saludar antes.
Otra experiencia más que aporta aprendizaje y crecimiento, que elimina dificultades que sí le han llegado a limitar, al menos, en cuanto a su bienestar emocional se refiere, porque han habido momentos de mirar a mi hijo y saber que estaba sintiendo dolor, de tocarle el pecho y notar su corazoncito a mil revoluciones.
Tengo que dar las gracias nuevamente a mi amiga Dolly por hacer de «gancho» jejejeje y sobre todo a Alberto, a su compañero y al chico del Samur de Pinto (perdón pero no pregunté vuestros nombres).
No puedo explicar con palabras lo que siento cuando veo a personas que hasta ese momento eran ajenas a la vida de mi hijo tratándole con ese cariño y con esa comprensión. Queriendo aportar lo que está en sus manos para ayudarle a ser feliz, a eliminar de su vida los temores y en su lugar poner experiencias, que son lo que, como a cualquiera, le van a hacer tener una vida plena.
Mil gracias de todo corazón… ya formáis parte de nuestro reino azul…
Menchu Gallego
Madre de alvaro y autora del blog mi principe nuestro reino
Enhorabuena a Álvaro, a toda su familia y a todos los que hacen posible que estas cosas sucedan 🙂
Gracias Laura, un besazo…