No he llorado. Me ha costado, pero no he llorado, estuve a punto…. Pero no.
¿Me estaré haciendo mayor? ¿Puede ser qué no soy consciente, de ello? ¿Qué en realidad, cuando llegue septiembre, y no volvamos, y no les veamos, y todo cambie, lloraré?
Durante la fiesta de carnavales, con la noticia más o menos reciente, me emocioné tanto, que apenas podía ver las fotos que les hacía. Escondida, tras el visor de la cámara, las lágrimas caían y caían. No podía dejar de pensar que era la última fiesta de carnavales. La última vez. Así que, fui sacando fotos a todas las personas que se han relacionado con él durante estos años. Algunas están en otras fiestas de carnavales, congeladas en el álbum, inmortales.
La situación me abrumó, no hablé con nadie, tan sólo hablé con ellas, pero un par de abrazos, no hicieron más que empeorar mi tristeza. Así que volé hacia casa, a mi refugio, donde todo se detiene.
Nuestro hijo cambia de cole. Cambia de referencias, de pupitre y de cariño.
El curso que viene, estrenamos aula estable, en un cole al otro lado del pueblo. Un momento importante en nuestras vidas.
Él ha estado durante siete años en el cole.
Allí, en el aula de dos años, dieron la voz de alarma sobre su comportamiento y nos ayudaron a poner nombre a lo que le sucedía.
Allí, con un duro trabajo que valoraremos siempre, le ayudaron a aprender a comer, porque se había focalizado en ciertos sabores y nosotros no sabíamos salir solos de la situación.
Allí, él ha encontrado profesionales como la copa de un pino, que se han desvivido porque avanzase, ha sido tan hijo de ellos como nuestro. Han trabajado duro con los recursos que disponen.
Allí, hemos encontrado: consejos, cariño, apuntes, libros, amigos… tantas cosas que no hay palabras para contarlo.
Allí, ha conocido niños que le han querido como es. Niños que le han cuidado, mimado y consentido. Niños sensibilizados, que tal vez, algún día cuidarán y educarán a otros.
Mirando todas las fotos de los carnavales, se puede ver la evolución, su crecimiento. De aquel niño pequeño con aquel gesto suyo característico y perpetuo, mitad puchero mitad enfado, a este chavalote casi tan grande como sus padres, con una enorme sonrisa.
Aquel gesto apenas lo vemos ya. Aquello se ha borrado y ha dejado paso a esa risa cantarina, a esos ojos alegres y a esa manera de ser feliz, que conmueve.
En este cambio, todos hemos tenido mucho que ver. Pero desde aquí, queremos agradecer sincera y enormemente, todo lo que nos han dado, lo que nos han regalado, lo que han trabajado, lo que han vivido con él, con nosotros…
Porque son parte de él, son nombres de pila que repite sin cesar del cariño que les tiene, son personas que dan lo mejor para que él sea mejor, para que sea más autónomo, para que avance, para que sea feliz, para que seamos felices.
No os olvidaremos, porque no se puede y porque nuestro corazón tiene mucho sitio: para la gente del comedor, para la dirección, para el bedel, consultoras, terapeutas, logopedas, técnicos en educación especial…. para todo el profesorado, alumnos y padres. Todos y cada uno de los que han trabajado o trabajan en el cole: GRACIAS DESDE EL CORAZÓN.
Ahora sí que lloro, pero de alegría, porque hemos sido muy afortunados, mucho.
Se abre una etapa nueva, un aula estable, nuevos compañeros, alguno de ellos no es desconocido para nosotros… Es una incógnita, pero somos muy optimistas, todo es para seguir avanzando, todo es para bien. Vamos a encontrar: nuevas referencias, pupitres y cariño.
SILVIA ABRIL FUENTES
Es un relato muy bien escrito y con mensaje. Enhorabuena.
Felicitaciones! Muy bonito de verdad, y sigue adelante