Desde que naciste has colmado de alegría y de esperanza nuestro hogar, a pesar de las dificultades y obstáculos que hemos pasado. Cierro los ojos, y con la llave de mi corazón abro una puerta. Entro y veo un espacio, y busco entre mis recuerdos, de cómo ha sido mi vida contigo “mi pequeño Ángel”. Luego me aproximo a otra puerta pintada de rojo, y tras abrirla aparecen unos polvos mágicos en mi mente, e imagino un sendero rodeado de césped verde. Y, al final de ese sendero veo un arroyo lleno de piedras que nos espera en la vida.
Descubro otro camino rodeado de flores, y observo a las mariposas revoloteando dando vueltas en círculo. Veo un corazón pintado en un árbol, y miro dentro del corazón. Me quedo sorprendida cuando veo mi propio alumbramiento. ¡Qué feliz día cuando llegaste al mundo!…, ¡Qué bien! y ahora lo puedo ver como si estuviera pasando de verdad. Me siento fascinada y emocionada al verlo. Y, esta imagen tan bella que estoy viendo puedo casi tocarla con mis manos, pero al intentarlo se desvanece por completo delante de mis ojos. En este lugar, todo es mágico y mi pasado con Ángel se refleja en el presente. De igual modo, que se refleja su rostro en las aguas cristalinas del río que fluye por el valle.
Me adentro en ese sendero retrocediendo en el tiempo, a la búsqueda de mi pequeño. Le encuentro sentado en la hierba y rodeado de flores silvestres. Y, en silencio le observo sin que él se dé cuenta. Ya han pasado varios años y ha crecido mucho y comienza a dar sus primeros pasos, y le digo: -¡Lo has vuelto hacer!, y Ángel me mira. Y, yo le contesto: ¡Lo has hecho otra vez! – ya andas solo. Ángel sale corriendo por la pradera llena de flores, y se agacha para cogerlas. Y, se acerca a mí, y me las da.
Ángel se asusta con el ruido estrepitoso de un trueno y se tapa los oídos. Se pone muy nervioso y empieza a dar vueltas agitando los brazos y las manos. Comienza a llover y no nos da tiempo a refugiarnos y nos mojamos por completo. Al rato cesa la lluvia y entonces sale el sol, y con ello el arco iris. Ángel y yo pasamos por debajo del arco de siete colores, y por arte de mágica empieza a hablar, después de tanto tiempo sin hacerlo, y me dice: -¡Mama, cuantos colores¡- y, yo le contesto: sí, y sabes que son siete, rojo, naranja, amarillo…
Una ventisca inesperada nos arrastra hacia el bosque, y entonces se produce un estruendo enorme en mi corazón, y nuestras vidas dieron un giro total. Ángel se encuentra inconsciente tumbado en el suelo, y su padre me avisa porque no sabe qué hacer. Salimos corriendo de casa y llegamos a urgencias. Una ambulancia sale con Ángel hacia una UCI infantil en un hospital de Madrid, y pienso: -¡Dios mío le pierdo, ayúdame!…y me pongo a rezar. Después de seis horas pasa el peligro. ¡Qué angustia!…tres días en la UCI. De nuevo pienso: -¡Lo has conseguido!, eres fuerte y debes seguir viviendo, te queda mucha vida por delante, sólo tienes cinco años.
Cuando ya parecía que las aguas llegaban a su cauce, y que estaban tranquilas en el río del valle; otra piedra nos encontramos en medio del camino. Los educadores y otros profesionales del ámbito sanitario nos dicen durante mucho tiempo “retraso madurativo afectivo”, y nada más. Tras siete años de espera nos dan el diagnóstico “vía carta a sobre cerrado, y váyase usted a casa y lo miré”. Y, ¡claro está!- cuando llegamos a nuestra casa, abrimos el sobre y lo leímos. Aparece la frase “Síndrome de Asperger”, y mi marido y yo no sabemos qué es, -¿Qué síndrome es este?- no lo habíamos oído nunca. A los pocos días quedamos con la persona que nos había dado el diagnostico en su consulta, y no lo explica.
Estoy llegando al final del recorrido de la etapa de la infancia de Ángel, a través del tiempo por este sendero imaginario. Y, después de pasar por el duelo, la resignación y la aceptación llegamos a la adolescencia. Veo un hermoso paisaje con los perales en flor. Ángel acaba de cumplir 13 años, y al llegar la noche tropieza con una piedra cayendo al suelo convulsionando. Estoy tranquila, pues lo he visto en otras personas y sé lo que es. Desde entonces, ya han pasado tres años, y ahora está muy bien con el tratamiento. Aquí finaliza este sendero de las diferentes etapas de la vida de Ángel. Pero, continuara……….porque Ángel tiene dieciséis años.
María de la Paz Navarrete.
Mari Paz, realmente muy emocionante, tu sabes que yo he vivido tambiem experiencias muy traumáticas, prto cuando llega la estabilidad es como llenarse de esperanza, y olvidar por completo lo pasado.
Te veo llena de aficciones y obligaciones, a así transcurre el tiempo y el vivir cada día.
Te mando muchos besos, tambiem para todos tus muchachos.
NOTA:
No tengo ningún tuinter, ni nada de eso, a ver si alguien me asesora, pero la verdad es que cojo poco el ordenador, despues de dejar mi vida laboral.
ANA CARRICAJO
Muy bello tu relato,me ha emocionado,me identifico contigo Mari Paz.
Besos.
Gina