En el Washington Athletic Club —un elegante edificio art déco en el centro de la ciudad de Seattle (EE UU)— el friegaplatos del restaurante, en el anonimato del fregadero lleno de vajilla sucia, imaginaba listas sin parar. En su cabeza bullían clasificaciones bien surtidas con sutiles detalles y de temas muy diversos: especies de aves, tipos de furgoneta, luces de navidad, construcciones verticales de todo el mundo, rábanos, martillos, escalas de notas musicales, bombarderos estadounidenses de la II Guerra Mundial, payasos.
A Gregory L. Blackstock (1946) lo llaman “el erudito autista”. En 1986 y valiéndose de un material modesto (el papel que hubiera disponible, tinta, pinceles, rotuladores, ceras…) comenzó a realizar ilustraciones con clasificaciones de objetos y seres vivos. Lavó platos durante “25 años y un tercio” en el club deportivo y era conocido por publicar una vez al mes, en el boletín informativo del centro, sus famosas y elaboradas listas. Mucho después,cuando él ya contaba con 58 años, alguien consideró por fin que la obra de aquel hombre merecía mayor consideración.
Su condición de autista sin duda tiene que ver con el afán por observar, clasificar y memorizar, pero el detalle en el dibujo y la precisión de los términos revelan mucho más y descubren que Blackstock no es un simple aficionado que pinta lo que se le ocurre: tiene método, estilo y —lo más asombroso en estos tiempos de ofuscación y orgullosa ignorancia— una voraz curiosidad. El artista se informa a fondo del tema que va a abordar, disecciona en su mente los pormenores de la hiedra venenosa, el ala de un avión, el patrón colorido del caparazón de un escarabajo o los dientes de una sierra para elaborar pequeños textos o nombres descriptivos para cada elemento de su catálogo personal.
Dibuja a mano alzada, sin la ayuda tan siquiera de una regla, y utiliza los colores sencillos del repertorio infantil de una caja de pinturas cualquiera. Retirado desde 2001, con el tiempo ha conseguido ver publicado en un inspirador tomo su preciso trabajo (Blackstock’s Collections, editado por Princeton Architectural Press en 2006). Una galería de Seattle vende un gran surtido de sus obras, que sigue creando con la humildad de siempre, uniendo varios folios con cinta adhesiva y pegamento si es necesario extender las listas.
Blackstock pasa ahora los días dedicado a su arte y a perfeccionar los 12 idiomas que ha aprendido a lo largo de su vida (entre ellos el japonés, el chino mandarín y el checo). Los sábados toca el acordeón, su instrumento favorito, al que ha dedicado años de estudio autodidacta. Le gusta interpretar sus piezas en la calle, antes de los partidos, en las cercanías del pabellón deportivo Key Arena de Seattle, disfrutando de la muchedumbre todavía tranquila antes del encuentro mientras piensa en su próxima lista.