Cuántas veces hemos oído decir; “la natación es el deporte más completo”, “con la natación movemos todos los músculos del cuerpo”. Si nos duele la espalda, el médico nos recomienda “nadar”… y así, poco a poco, la natación se ha ido configurando como el deporte del bienestar.
Pero, a pesar de haber sido nadadora federada, posteriormente entrenadora y por último mamá de nadadora; no vi tan claras todas las virtudes de este deporte hasta que Elena, “mi sirenita con largas piernas”, comenzó a entrenar conmigo en la piscina de su barrio.
Descubrí inmediatamente que para la niña, el agua es un medio en el que se siente absolutamente cómoda; sus movimientos en este medio son fluidos. Observarla me reconforta, porque no veo en ella inseguridad, no parece encontrarse en un medio desconocido:
– ¡ELENA NO ES UNA PRINCESA, ES DEFINITIVAMENTE, UNA SIRENA!- exclamo para mis adentros, mientras soy testigo de su felicidad y conexión con el agua.
Si la percepción del mundo que la rodea le resulta mucho más difícil que al resto de niños, esto no sucede en el agua. Ella percibe el medio acuático con una claridad mental que yo hubiese querido proporcionar a muchos pequeños alumnos a los que he enseñado a nadar a lo largo de los años. Niños cuya percepción de este medio era de estrés y miedo…
Elena, nuestra preciosa sirenita, consigue concentrarse en los movimientos que le indico, cuenta conmigo, en voz alta, las brazadas de perfeccionamiento que hacemos en el bordillo de la piscina. Mueve las piernas a la perfección; ¡un crawl de campeonato!
Y, por si fuera poco, consigue nadar 400 metros casi seguidos, respetar el espacio del resto de nadadores, obedecer cuando le digo – ¡se acabó el tiempo de piscina!- e ir hacia el vestuario, despidiéndose de la socorrista, después del entrenamiento…
– ¡Mami Elvira! ¡Qué orgullosa tienes que estar!- pienso con una sonrisa de satisfacción:
Porque Elena que es la única niña con autismo que está en el vestuario, es también la única que se ducha, viste y guarda sus cosas solita.
Anche Broch