Los últimos descubrimientos sobre el peso del género en el autismo podrían llevar a un replanteamiento del abordaje de este transtorno, que afecta a cuatro chicos por cada chica. Una ratio que se eleva a ocho varones por cada mujer, si se trata de personas con coeficiente intelectual elevado.
Según Geraldine Dawson, directora científica de Autism Speak, hasta ahora los criterios diagnósticos se desarrollaron usando los síntomas de los chicos y «los síntomas de chicas y chicos podrían ser distintos».
Las diferencias en los síntomas o en las reacciones en los tratamientos podrían provocar que se estén escluyendo datos de las chicas en los estudios. Estas evidencias podrían justificar un estudio más profundo para comprobar si las niñas deben ser diagnosticadas y tratadas de forma diferente a los chicos, tal y como ya se está haciendo en otros trastornos neuropsiquiátricos como el de déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
Geraldine Dawson es profesora de investigación del departamento de psiquiatría de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, y el pasado sábado participó en el Congreso Internacional de Autismo celebrado en San Sebastián.
Allí también estuvo Francesca Happe , que precisamente habló de una nueva línea de investigación que está estudiando el hecho de que las chicas y los chicos afrontan el autismo de diferente forma.
Según este estudio las chicas con rasgos autistas, y sin otras dificultades añadidas -como, por ejemplo, discapacidad intelectual, trastornos de conducta, etc.-, son capaces de compensar el autismo. Esto supondría una mayor dificultad en su detección a la hora de establecer un diagnóstico.
MIRANDO A LOS OJOS
Según Geraldine Dawson, un criterio importante para diagnosticar el autismo es la falta de contacto ocular y el uso de los ojos para las pistas sociales. En este sentido,Geraldine Dawson se refirió a un estudio, basado en dinámicas visuales y realizado por Ami Klin, también participante en el congreso.
Ami Klin es un psicólogo e investigador, reconocido internacionalmente, que ha centrado sus investigaciones en aspectos del autismo relacionados con la mente y el cerebro social. Klin utiliza tecnología de seguimiento ocular para visualizar y medir el compromiso social, lo que le permite controlar los niños que potencialmente tienen un trastorno del espectro autista (TEA).
En el estudio presentado en el IMFAR participaron niños y niñas con autismo, de entre 7 y 17 años, permitiendo comprobar que la forma de obtener capacidades sociales es diferente en chicos y chicas.
Los varones, cuanto más miran a los ojos de sus interlocutores, menores niveles de incapacidad social presentan, mientras en las chicas la relación es a la inversa,. Esta evidencia ha llevado a los expertos a concluir que ambos sexos tiene diferentes formas de relación social, una de las carencias claves en las personas con autismo.
De este estudio, Ami Klin deduce que «no debemos suponer automáticamente que chicos y chicas aprenden del mundo de la misma forma, tenemos que tomar el sexo como un factor mediador».Por ello considera que, en los próximos años ,los tratamientos deberán ser diseñados no solo en virtud de las características individualizadas de cada paciente, sino teniendo en cuenta si es chico o chica.
Para Geraldine Dawson «el estudio halló que hay diferencias en la forma en que chicas y chicos miran a los ojos, así que quizás haya diferencias en la forma en que el autismo se manifiesta en chicas y chicos».
LA GENÉTICA TAMBIÉN MUESTRA DIFERENCIAS
Otro estudio de la Universidad de Yale observó la genética del autismo y las potenciales diferencias entre chicos y chicas. Para ello estudiaron una muestra de más de 2.300 personas con un trastorno del espectro autista – 2.017 chicos y 309 chicas- y comprobaron que sí hay diferencias genéticas.
El desarrollo del autismo en una chica conlleva más mutaciones genéticas. El tipo de mutaciones que hallaron los investigadores se conoce como «de novo». Esto significa que el cambio genético ocurre en el espermatozoide o el óvulo. No se trata de un gen heredado de los padres. Estas mutaciones pueden ocurrir al azar, o pueden ser provocadas por un desencadenante ambiental.