Pues sí, dicen que siempre estamos a nuestra bola y en nuestro mundo, pero yo os digo que no es así.

Mi nombre es Jose Diego, tengo 13 años y quiero contar lo mucho que quiero a mi abuelo Antonio. ¡Él ya no está! Pero no sé qué pasa que me cuesta mucho entender por qué ya no está conmigo.

Tenía con él una conexión especial y manteníamos unos rituales diarios de besos y abrazos cuando salía del cole.

Una de las cosas que más me gustaba hacer era ir a su cortijo, me llamaba, yo me subía ilusionado en su coche negro y allí merendábamos juntos.

Ahora cuando veo el coche miro a través de los cristales, los golpeo, lo llamo y grito: «¡Abuelo, abuelo!, pero no me responde porque allí no está… ¡Ya no está! Me quedo un ratito pensativo, quieto y esperando por si aparece en algún momento, pero no aparece.

Recuerdo una tarde de invierno en la que mi madre me dejó en casa de los abuelos, salí a la terraza y, sin saber por qué, comencé una escalada por los tejados de los alrededores, algo muy peligroso, pero me fascinaba ver la torre de la iglesia tan cerca.

Mi abuelo fue el primero en percatarse de mi ausencia y comenzó a buscarme hasta dar conmigo. Muy nervioso me decía: ¡No te muevas! ¡Quieto! ¡Siéntate! Así me mantuve inmóvil hasta que vinieron a rescatarme.

Tardaron un ratito porque era un lugar de difícil acceso, pero gracias a él permanecí quieto y tranquilo. Toda mi familia se llevó un susto de muerte, sobre todo papá y mamá. Podía haber perdido la vida, decían llorando muy nerviosos, pero yo estaba tranquilo porque él estaba conmigo y eso me consolaba.

Añoro nuestros momentos mágicos en los que escuchábamos música, compartíamos fruta, vernos en la plaza de la iglesia de Macael como todas las tardes. Pero lo que más echo de menos son tus largos y fuertes abrazos mientras me susurrabas: «¡Ay mijo! ¡Ay mijo! ¡Cuánto te quiero!».

Cuando íbamos a la playa, te quedabas observándome desde el paseo marítimo. ¡Me encanta estar en el agua, cerquita de la orilla! Mi abuelo estaba feliz de verme disfrutar porque el agua es una de mis pasiones, por no decir la que más. ¡Je, je! Y yo me sentía seguro y tranquilo de tenerlo tan cerca.

Lo que no sé es cómo voy a llevar estas Navidades. Abuelo, seguramente me sentaré en tu silla y, aunque no podremos brindar juntos, te echaré mucho de menos. Si te quiero ver, entonces te miraré a través de una fotografía, pues así es como me dijo mi seño.

Lo que hago ahora es, sobre todo en estos últimos tres meses, busco en el móvil de la abuela y te encuentro en muchos de sus vídeos y, bueno, algo me consuela.

Pero si te viera, abuelo Antonio, tendría claro lo que te diría y es… Que te extraño y… «TE SIGO BUSCANDO…»

 

Maria José Cañadas

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