El relato número 22 de esta sexta edición de Cuéntame el Autismo es «El deporte de la vida» y nos llega desde Paterna (Valencia), de la mano de María José López Manjón
Me he sentado intentando escribir algo sobre el tema del concurso de este año “Ocio y Deporte en el tiempo libre” promovido por la Federación de Autismo Madrid. Y he hecho un gran esfuerzo de memoria para intentar recordar cuándo fue la última vez que vi a mi hijo hacer deporte.
Le he visto correr huyendo de algo o de alguien, nunca supimos de qué. Le he visto desesperarse por tener tiempo libre y no saber llenarlo. Le he visto disfrutar del ocio de no hacer nada, pero no deja de entristecerme que no sea capaz de llenar su tiempo mas que paseando de un lado para otro, sin más.
Cuando pienso en el deporte opino que es una parte importante para toda persona. Se gana en salud, te aporta energía, te sientes mejor por el esfuerzo realizado y un sin fin más de cosas que nos ofrece.
Pero cuando pienso en mi hijo, no se me ocurre nada, ni puedo ni siquiera aspirar a ganar este concurso, porque no tengo nada que decir.
Fue a natación con monitores, a mitad de piscina se paraba y ya no quería seguir y si algo le asustaba salía corriendo.
Había días que nos poníamos a hacer zumba, él se sentaba en el sofá y miraba cómo yo lo hacía.
Le encantaba también un CD de pilates, también sentado en el sofá.
He corrido detrás de él y ha dejado de correr cuando veía que no iba detrás. Quizá lo que más le haya gustado siempre sea correr, pero no por placer y no creo que eso cuente como ejemplo.
Le gusta el baloncesto y se le da bien, pero es incapaz de jugar un partido y de seguir unas reglas de juego.
Siento tener que decir que mi hijo con autismo no es un gran deportista, que pasa olímpicamente del deporte, pero quizá hoy en día, ese sería el menor de sus problemas.
Lo que me gustaría es que pudiera estar en su hogar, con su familia y no en un centro, que no se le diera medicación que atenta contra su salud, me gustaría que desde la sociedad se le aceptase más. Me gustaría que fuese un chico como los demás que va al gimnasio, a estudiar, que piensa en impresionar a las chicas por medio del deporte. Me gustaría que ocupase su tiempo de ocio en cosas que le gustasen de verdad y no en las que los demás le imponemos o decidimos por él.
Me gustaría que cuando camina por el campo tuviera un rumbo fijo y disfrutara del paisaje, de los colores, del mundo, de la vida. Que contemplara el universo, no como algo complicado y que asusta, si no como algo grandioso. Y no verlo asustado nunca más. Me gustaría que cuando echase a correr lo hiciera para sentir el viento y lo hiciera por propia iniciativa y no por pánico.
Me gustaría que disfrutara cuando consigue derribar unos bolos, o cuando encesta una pelota. Quisiera verlo reír con un juego, disfrutando de su tiempo libre.
Quisiera que mejorase en salud, que desde las instituciones y centros para personas con autismo se le dé más importancia al deporte, y se adaptase más a ellos.
Sé que esta vez tampoco ganaré el concurso.
Qué importa si no sabe coger una raqueta, si no le interesa el futbol, ni es capaz de distinguir a Messi de Cristiano. Qué importa si no puede ganar una carrera o no aprende nunca a subir en bici.
Lo que importa es verle fijar la mirada y que al pasarle una pelota no la deje escapar entre sus manos. Eso me hace feliz. Verle coger por iniciativa propia un patinete y verle reir, eso es felicidad para mí.
Lo que importa es que después de una larga caminata su premio sea sentarse en un Mcdonal’s, o ante una horchata con fartons, porque verdaderamente para él, eso tiene un sentido.
Tal vez él nunca entienda el deporte como cualquiera de nosotros pueda entenderlo o disfrutarlo, pero sé que cuando corre, con sus pies planos como un pato, lo único que pienso es que llegue a donde tenga que llegar, sano, feliz, y que siempre haya alguien, en su meta, para recibirlo con un abrazo, sin medallas, con un beso sincero, sin trofeos. Que siempre en su meta y en su esfuerzo encuentre el aplauso y el ánimo para seguir intentándolo.
Cuánto nos enseña la vida cuando la compartimos con una persona con autismo. Por ellos vale la pena correr, esperar, y luchar. Qué mejor deporte que la propia vida, que nos va enseñando a cada momento. Que nos hace caer y volver a levantarnos, verdaderamente es la esencia de todo deporte.
María José López Manjón