Javier Gómez García nos envía desde Santurce (Vizcaya) el relato número 30 de esta sexta edición de Cuéntame el Autismo con el título «De detectives, ballenas, y bailarinas».
-Álvaro me preocupa mucho, lleva varios meses muy inquieto, no para un segundo, se muerde, nos intenta golpear sin motivo aparente, ¡es muy duro verle así casi a diario, y no poder hacer nada por ayudarle! – comenta una educadora.
-Quizá podríamos valorar consultar a su psiquiatra sobre un cambio de medicación, … – sugiere otro profesional.
-Yo creo que deberíamos de profundizar más en sus gustos y preferencias, ocio, etc…, hay mucho que descubrir aún – aporta Olivia, una educadora.
Y así termina otra más de las reuniones que los adultos suelen tener: llenas de buenas intenciones iniciales y propósitos de mejora, pero habitualmente carentes de soluciones reales y prácticas para los problemas por las que fueron convocadas.
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Me gustan las ballenas, son grandes pero muy ágiles en el agua, completamente libres. Parece que bailan, yo quiero ser como ellas, … pero no puedo, NO PUEDO, ¡¡NO PUEDO!!. Por eso no quiero dejar de ver el video, ¡me relaja!.
¡Eh! No me lo quitéis, un poco más. Estoy haciéndote el signo “Más”, respétalo, … no quiero ducharme ahora, ¡todavía no! Mira el signo, ¡respétalo!
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Ruido, barullo, forcejeo, angustia amplificada por mil. Álvaro puede ver, por unos breves instantes, la cara preocupada de Olivia, observándole desde cierta distancia, devanándose los sesos para buscar soluciones en un mar de incógnitas colosales.
Aquí hay algo que se nos escapa, tenemos que abordar más aspectos de la vida de Álvaro, y no quedarnos solo en la rabieta … Divaga Olivia con gesto preocupado e intrigado, el mismo que suelen tener las personas que se enfrentan a retos profesionales tremendamente complicados pero a la vez motivadores y atrayentes, mientras manosea distraídamente las carcasas de los documentales que tanto le gustan ver a Álvaro.
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La búsqueda. Es lenta, angustiosa y con resultados inciertos; tiene mucho de labor detectivesca. Impulsados por Olivia, el equipo se lanza a la tarea:
Entrevistas con los padres y entrevistas con educadores e integradores, y también entrevistas con monitores de tiempo libre, y con médicos especialistas, y con psiquiatras, y llamadas a los hermanos de Álvaro y también llamadas a antiguos monitores, y …. vuelta a empezar con el proceso.
Y, además, mucha observación, en diferentes contextos y momentos, con diferentes personas, creación de registros específicos, …. Varias propuestas de intervención probadas, desde diferentes enfoques técnicos, pero con resultados no concluyentes.
Las hojas del calendario pasan. Labor detectivesca de cribado de información, del pasado y del presente de Álvaro. Confrontación de los datos obtenidos de tan diversas fuentes; por momentos pequeños chispazos de éxito, … pero no se consigue engranarlo todo coherentemente.
Desaliento.
Obstinación.
Frustración.
Y de repente… ¡ZAS!
Neuronas que se interconectan en una explosión sináptica en el cerebro de Olivia, ante un montón de evidencias, un día normal, ante un momento común de una tarde cualquiera. Electricidad y luz a raudales, datos y pistas inconexas que ahora se interconectan en diferentes regiones cerebrales, conceptos que ahora cobran sentido, que siempre han estado ahí, pero que necesitaban el catalizador del trabajo en equipo en la búsqueda de información. Un único fin: que todo ese saber y experiencia acumulada sobre Álvaro sean útiles para apoyarle, que su vida sea mejor y pueda disfrutar de lo que realmente quiere.
— videos — agua — ballenas — piscina — documentales — azul — Olimpiadas — nadadoras de sincronizada — coreografías — delfines — libertad de movimientos — …felicidad y tranquilidad.
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-Las primeras sesiones en la piscina no han podido ser más satisfactorias; disfruta y está relajado. Tanto a nivel físico y de motricidad, como a nivel emocional, es sumamente positivo para él. Se ha convertido en su actividad preferida de la semana – le relata un educador a la madre de Álvaro, tras un par de semanas del inicio de la actividad en el polideportivo municipal.
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Olivia observa a Álvaro disfrutar de lo lindo en el agua: se mueve con una agilidad increíble, no necesita ayuda, se sumerge, hace piruetas subacuáticas… no vive las limitaciones de movimiento con las que brega diariamente en tierra, y todo ello con una sonrisa de felicidad plena.
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El agua me mece en el fondo de la piscina, apenas hay ruidos, un azul claro agradable hasta donde alcanza la vista, solo quiero subir a la superficie para respirar, como las ballenas, y hacer mil piruetas, como esas bailarinas de la televisión, … ¡qué tranquilidad!
Javier Gómez García