José Luis Roca Aymar nos envía desde Madrid el relato número 27 de esta sexta edición de Cuéntame el Autismo con el título «Unos ángeles en la tierra».

Son las cinco de la madrugada. El intenso calor de la jornada unido a la humedad ambiental produce una sensación térmica insoportable. El bochorno no se toma vacaciones pese a ser ya el final del ferragosto.
Imposible conciliar el sueño. He salido a la terraza, a los pies, el Mediterráneo. Enfrente a siete millas la Isla de Cabrera con toda su magia. Por unas horas he sido capaz de reconquistar el deseado silencio. Pronto en el horizonte se adivinará una luz púrpura para tornarse después en anaranjada dando el sol la bienvenida a un nuevo día.
Pero os tengo que hacer una breve confidencia…;
Hoy aprendí lo que hace tanto, y tanto tiempo pensé, pero no me atreví. Aprendí a ser abuelo de dos ángeles en la tierra. Sentí que el ser abuelo es uno de los mejores regalos que la vida te puede hacer. El amor más desinteresado, el más puro y limpio, sin contaminaciones de intereses mundanos. Esa nueva vida que ofrece generosamente la oportunidad de corregir con los nietos, los errores que cometí con mis tres hijos, ya mayores.
Es cierto que la biología no perdona. Cada año con más achaques y limitaciones físicas. Con nuestro mapa de arrugas vitales más completo, pero también con alguna virtud, sin embargo ahora con el tiempo disponible para poder ejercerla. El darse y gozar de los nietos.
Ellos son como los demás niños de su edad. Quizás con unas sensibilidades peculiares. La utilización de criptogramas es muy útil para interactuar y jugar. Además la expresividad de sus miradas, sus ademanes y gestos son únicos. Cuando uno empieza a comprender lo que sienten, y son capaces de trasmitir a su manera las sensaciones de cada momento… entonces me doy cuenta, que estamos en el buen camino.
El ocio y el deporte son dos columnas fundamentales en toda niñez. Con mis nietos actividades como nadar, montar a caballo en contacto con la naturaleza disfrutando de la flora y la fauna, jugar al balón, hacer construcciones con piezas de distintos colores, dimensiones y tactos, es una garantía de entretenimiento activo.
Hoy aprendí, que la felicidad en toda criatura se encuentra en las pequeñas grandes cosas. Está dentro de uno mismo, no la vemos, ni a menudo la sentimos, pero está adormecida en un letargo atemporal.
Han tenido que llegar “mis ángeles en la tierra”, para hacerme vibrar y salir de mi alma. Compartir sus logros y alegrías. Sus enormes ganas de vivir y de ser plenamente felices.
A vosotros mis queridísimos nietos, desde lo más profundo de mi corazón, os quiero, os necesito, y pido a Dios poder veros crecer, ¡! parejita ¡!

José Luis Roca Aymar

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