¿Qué piensa una madre cuando le dicen que su hijo tiene autismo? ¿Qué soñaba para su futuro? Francisco Sacristán Romero participa en VII Cuéntame el Autismo con esta historia en la que vemos que, ante la adversidad, tenemos dos opciones: negarlo o pelear. Esperamos que os guste.
Mi presentación sería un poco difícil ya que soy una persona multitarea. Hago mi casa todos los días y cuido a mi hijo autista con auténtica devoción.
Un verano, una amiga me invitó a pasar las vacaciones con ella. Fue el verano más loco de mi vida. Salíamos a todas horas e íbamos a los pueblos cercanos a las discotecas. Bailamos y reímos, tomamos el sol sin protección e hicimos el amor de la misma manera. Conocí a varios chicos pero tengo que decir que solo me acosté con uno, Andrés. Era más joven que yo y me gustó a la primera. Él me dijo que solo había tenido una novia, dos años y solo se había acostado con ella. No lo pensé y decidí no poner ninguna traba para quedarme embarazada. Andrés, así que terminara el verano, se iba a Holanda, ya que sus padres estaban allí trabajando. Él había ido al pueblo igual que yo, a pasar el verano.
Y así fue. Me quedé embarazada de Andrés y nació mi hijo, Manuel, como mi padre. Rubio…como su padre y como yo…con los ojos claros y sus manitas gorditas…rollizas…cada dedito era contemplado a todas horas por mi madre. Nos pasábamos las horas mirando al niño y la felicidad entró en nuestra casa y en nuestras vidas. Manuel vino cargado de ilusiones y alegría. Describir para una madre el nacimiento de su hijo es imposible. No hay palabras para describir el estado de embriaguez en el que entramos, más si cabe con Manuel. Y lo tontas que nos volvemos con nuestras palabras sin sentido…Pegada al lado de la cuna me pasaba las horas diciendo palabras hermosas a mi hijo. Hasta que un día…de tanto contemplarlo… vi que su mirada no era como la de los otros niños. Su mirada era vacía. El corazón se me puso en la garganta y pensé que eran sensaciones mías.
Pero el tiempo fue pasando y Manuel, era distinto. No era como los demás niños. El tiempo me dio la razón. Manuel era autista. El día que me lo dijeron creí morirme y desee que la tierra me tragara, que se abriera en dos y nos llevara…que de camino a casa nos atropellara un coche…mi cabeza no hacía más que pensar en cosas que jamás se me habían pasado por la cabeza. Tenía que asumir una realidad y no me veía capacitada para hacerlo. Fui a mil médicos buscando un diagnostico que no sería el correcto…quería que me engañaran y me dijeran que mi hijo no tenía nada, quería oír de la boca del médico que era un niño sin problemas…. sano….fuerte…inteligente….que se criaría con los demás niños y se casaría…que yo tendría nietos y sería una abuela feliz.
Miraba a mi niño a todas horas y no podía creérmelo. Hasta que un día…dejé de lamentarme…dejé de buscar diagnósticos falsos para enfrentarme a la realidad. Tenía a mi hijo, Manuel, el hijo que tanto había sido deseado, esperado y buscado. Ahora estaba conmigo y de mí dependía la manera de afrontar la realidad. Dejé de lamentarme y comencé a buscar ayuda. Encontré un colegio especial, donde ayudaban al niño a hacer ejercicios. Aunque Manuel no hablaba y parecía no entenderte yo estaba segura que él sabía que yo lo quería, aunque no me dejara acercarme a él ni acariciarlo…las caricias nunca fueron su fuerte y no le gustaba que nadie le tocara. Aunque el día a día con él era complicado, era mi hijo, mi mayor alegría y poco a poco fue mejorando aunque bien sabe Dios que nunca sería lo que yo tenía planeado para él. Sin embargo, otras madres sueñan con que sus hijos sean ingenieros o abogados, que se casen con un hombre rico que las mantengan y al final sus planes también se ven truncados. Pues lo mío con Manuel era igual. Yo soñaba para él un mundo feliz, en el que trabajara y se casara. Aunque…..si lo analizamos ahora mismo…..a lo mejor….nunca tenía trabajo…..y era un desgraciado con su mujer…Las jugarretas del destino son a veces difíciles de sobrellevar…pero….¿quién sabe si de otra forma no sería peor?
Hoy Manuel tiene 25 años, y vive conmigo y con mi madre, y llegamos a ser un trío feliz. Manuel es un niño autista, pero aprendimos a convivir con ello y la entereza de los tres es la que nos llevó a una vida feliz.
Luchamos contra la adversidad buscando las mejores salidas a nuestro problema. Teníamos dos opciones…o negarlo…o pelear hasta encontrar el bienestar del niño. Y lo encontramos. Somos tan felices como cualquiera de vosotros, con nuestros problemas y nuestras alegrías, pero la felicidad son pequeños momentos….en los que acaricio a Manuel….en los que intuyo una ligera sonrisa en su cara…en los que señala algo que quiere….la felicidad, es Manuel.
Francisco Sacristán Romero