«Vida cotidiana» nos habla de las pequeñas cosas que hacen de la rutina un lugar mágico. Esperamos que lo disfrutéis.
«Vida cotidiana» – Cuéntame el Autismo
Suena la alarma, 8:00 a.m, mis ojos despiertan con el primer tono, que rompe el silencio en la habitación, la desconecto y busco con ellos aun desenfocados el rostro de mi princesa, ahí está, inmóvil, mirando al vacío, me pregunto cuánto tiempo llevará despierta sin emitir ruido o gesto alguno, la observo durante unos segundos, mi mente se pierde en un ápice de esperanza, brota de ella un mamá, efusivo y cariñoso. Despierto de mi trance, la observo de nuevo y esboza una sonrisa, no puedo evitar agradecerla, significa que hoy podemos tener un gran día.
Me levanto de la cama aún perezosa, y me reclino ante ella, se levanta de un brinco y para en mis brazos, mientras bandea su cabeza adelante y atrás, terminando el recorrido en mi mejilla. Mientras bajo cuidadosa cada escalón me pregunto si hoy querrá desayunar o si me dejará hacerlo a mí, la dejo en el sofá y se levanta ansiosa a saludar a Kronnos, rottweiler de 50 kilos, del cual 49,99 es lo que le pesa el corazón, la recibe como se merece, a lametones, ella corretea detrás de él, mientras este intenta terminar de despertar, la presento su biberón pero prefiere seguir jugando, asiento y digo «tal vez más tarde» sin receptor alguno.
Me dirijo de nuevo a la cocina y servirme un café queda en intento, la princesa me reclama entre gritos y tirones, hoy ha decidido volver a su tierna niñez no muy lejana y que mamá la de su biberón. No mucho después nos vestimos, en ocasiones puede ser una guerra campal, pero hoy no es el caso.
Llegamos al colegio, este está siendo su primer año, y me enorgullece decir que lo está llevando fenomenal. Siempre intentamos que ella llegue un poquito antes o un poquito después que el resto de niños del colegio ya que ver mucha gente la puede bloquear y puede tener una crisis por el momento de estrés, las profesoras son magnificas siempre pensando en su bienestar y en como pueden hacerle el recorrido más llevadero.
Fanny, así se llama la princesa, tiene predilección por su profesora, la adora, siempre la colma de besos según entra por la puerta, tiene un poquito de celos y rivalidad con su otra compañera de clase, cosas de niños.
Me encanta recogerla en el colegio, cuando llego a su clase, corre hacia mí, me agarra la mano y tira de mí como si su vida dependiera de ello, sé que no deberíamos pero nos encanta recorrer el colegio hasta la salida corriendo de la mano y canturreando, es uno de nuestros momentos.
Nos montamos en el coche y allí esta su papá, un «¡Hola gordi!» la recibe, se monta en el coche moviendo su manita al son de su tarareo. «Venga Fanny, un besito a papá», se reclina y se lo da, los viajes en coche están llenos de canciones de canta juegos, que la hacen botar de alegría hasta llegar a casa a merendar.
Las noches suelen ser duras, no llego a comprender por que su mente la hace tener una sensación de abandono muy angosta y necesita contacto físico continúo, de lo contrario se despierta gritando hasta encontrar una mano amiga.
Tener a Fanny y comprender el autismo nos ha hecho mejores personas, nos ha hecho entender que podemos alcanzar lo que nos propongamos sin límites, es una luchadora y se que nada la parará nunca.
Ser padres de un niño con Autismo, es duro, pero también está lleno de alegrías, cada logro es una fiesta sin fin, podemos celebrar un soplido de una vela 2 meses enteros. No cambiaría nuestra vida por nada del mundo. Adoramos a nuestra pequeña, nos hace más fuertes cada día que pasa y estamos orgullosos de ella, de como es y de lo que puede llegar a ser.
Una mente sin barreras es una vida sin fronteras.
Nerea Rodríguez de la Mata