¡Ely poseedora de la luna!
El siguiente es un cuento contemporáneo y empieza igual que todos los cuentos:
Había una vez una mujer que esperaba ansiosa el nacimiento de su hija, ¡por fin! Ely nació una fresca mañana de abril y la sonrisa de su madre era grande y esbozaba todas las pretensiones de una mamá común, la pequeña representó para ella desde entonces la pureza de su existencia. Ely cumplió su primer año, ¡algo era único! No fijaba sus ojos en los de nadie, nada llamaba su especial atención como aquella cosa redonda que le provocaba sonreír, sólo contemplaba la luna incansablemente y se perdía en el laberinto de sus propios pensamientos y los compartía con sus propias concepciones, luego la niña llegó a los dos años de su existencia y caminaba por sus propios andamios, ¡algo era distinto, extraordinario! Al cumplir los tres años no hablaba convencionalmente, emitía un sinfín de sonidos y se desesperaba porque no la entendían rápidamente, cuatro años y no controlaba sus esfínteres, lo hacía de manera voluntariosa, ella decidía, su carácter matizaba a ser genuino, usa pañal y lo sabe, ocasionalmente muerde a su madre tolerando la mirada reprobatoria de quienes con ignorancia las observan, porque no aciertan sus maravillosos símbolos de locución, Ely lo efectúa al sentirse incomprendida en sus códigos de comunicación, ¡su mami sí ! ¡Ella es autista!, así lo concluyó el neurólogo ante la expresión perpleja y dando respuesta a la incógnita de su progenitora, los años han transcurrido y los desvelos y cuidados que le ha prodigado ésta última han sido firmes, no obstante, ha deseado correr hacia su propio encuentro y contestarse por qué ocurren esas agridulces cosas y su alma como la de cualquier mamá se inquieta y concibe que su hija siempre necesitará de su presencia, ¡quisiera ser eterna!, como no lo es, se apura a darle los cimientos vitales para que construya su vida y Ely sigue contemplando la luna y en sus primeras palabras ha pronunciado. _” ¡Mami regálame la luna!” Al ver que no se la obsequia, Ely no se da por vencida, es persistente, le habla a las aves para que se la traigan a cambio de migajas de pan, ¡la han ignorado! Ella cambia su estrategia y toma un cumulo de piedras y las lanza para desprenderla, como consecuencia hay que pagar varios vidrios rotos de las casas aledañas. ¿Lo conseguirá? Su madre paciente la admira por la ventana y precisamente esta noche Ely se nota feliz, y jala de la mano a quien con ojos de admiración la ve, a su madre, dirigiéndola al patio de la casa, le muestra un charco, en dicho se aprecia la luna, ¡es absolutamente suya!, como suyas incontables estrellas que ahí se reflejan; sonríen en simultaneidad, los luceros representan la esperanza, el esfuerzo, la fe de quien la trajo
al mundo, y que suspira con bríos por su retoño, lo hace para que supere cada adversidad, y Ely a su vez es la luna luminosa y esa luz emanante aclara mi concepción acerca de lo que significa convivir con alguien autista.
Te explico:
Una niña, un niño, una personita autista, es sinónimo de amor infalible, son ángeles terrenales que eligen a mujeres y a hombres que poseen temple y enorme determinación, lo hacen para vivir con ellos y ellas, y los llaman “papá” o “mamá”, pues son quienes pueden alentarlos y ayudarlos a utilizar sus alas. Sé que Ely con sus alas volará hasta la luna y dejará huellas en su trayecto, y cada huella es y será una lección de amor e inclusión para mí y yo en respuesta la enseñaré a los demás, estoy segura que ella traerá el resplandeciente satélite a casa para ambas.
¡Yo amo que Ely me nombre mamá!
¡Soy la afortunada elegida!
Fátima Chong Santiago