Resiliencia  Del ingl. resilience, y este der. del lat. resiliens, -entis, part. pres. act. de resilire ‘saltar hacia atrás, rebotar’, ‘replegarse’.
1. f. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
2. f. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.

Real Academia Española

Los trastornos del espectro del autismo (TEA) suponen un impacto emocional en los padres que se traduce en un alto grado de estrés y dificultades de adaptación. La resiliencia es una capacidad positiva de afrontar y adaptarse exitosamente a esa situación traumática, que se puede promover y desarrollar para mejorar la adaptación familiar al trastorno y favorecer el desarrollo del menor. Además, esa capacidad resiliente está modulada tanto por características y factores del individuo como por factores del entorno familiar y social.

Es importante atender la adaptación de la familia y sus miembros a la situación que se produce en el momento del diagnóstico del trastorno, así como en su posterior desarrollo. Y esa atención a la familia debe hacerse desde una visión positiva de sus potencialidades y no de sus déficits, lo que favorecerá los resultados positivos que buscamos de la interacción entre el menor y su entorno. La intervención con la familia en Atención Temprana debe tener en cuenta el estrés que supone enfrentarse a la situación del trastorno de su hijo/a y a la propia participación en los programas de atención temprana. La atención al impacto en estrés, ansiedad, etc. de esa situación en los padres es fundamental, así como la intervención en el desarrollo de habilidades y capacidades para afrontar dicha situación estresante. La promoción de la resiliencia resulta básica en esa búsqueda de un entorno positivo, flexible, adaptativo y constructivo para lograr los mejores resultados en el desarrollo del niño/a.

En este contexto concreto de los TEA, la resiliencia como capacidad positiva de adaptación a situaciones traumáticas o estresantes resulta determinante para lograr una superación del duelo que supone el diagnóstico y un manejo adecuado del trastorno y de las interacciones en el desarrollo evolutivo del menor.

La resiliencia aumenta conforme el sujeto afronta exitosamente adversidades y desafíos a lo largo de la vida, lo que ocurre desde una edad temprana y lleva a alcanzar mayor repertorio de recursos y soluciones de problemas, que incluyen capacidades o fortalezas propias y recursos familiares y sociales. Este desarrollo de la resiliencia depende no solo de características o fortalezas individuales sino también de aspectos del entorno en el que el sujeto se desarrolla. Principalmente esos entornos son la familia del sujeto y la red social que se establece entorno a la familia para apoyarse y prosperar y que puede incluir a amistades, profesionales, grupos de apoyo específicos sobre el trastorno formados por iguales como escuelas de familias, asociaciones u organizaciones de apoyo a personas con TEA, etc.

En conclusión, podemos resumir una serie de capacidades que toda familia resiliente presenta y que podemos identificar como decálogo de factores protectores:

– Cohesión familiar

– Afecto en la pareja y apoyo mutuo entre progenitores

– Creencia de superación y compromiso familiar evitando búsqueda de culpables

– Pasar tiempo juntos compartiendo actividades

– Educación en valores

– Manejo positivo del estrés y de las crisis

– Optimismo y visión positiva ante la vida

– Afrontamiento y sentido de control sobre los acontecimientos

– Flexibilidad y perseverancia ante las dificultades

– Fomentar redes de apoyo externas, a las que poder pedir ayuda.

 

Artículo de María Pando, coordinadora de proyectos de Federación Autismo Madrid 

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