Esta carta está escrita por la madre de un niño autista. En ella relata las sensaciones que le transmite su hijo, en el proceso de aprendizaje tan difícil que ha sido para él, pero que gracias a la ayuda de los profesionales es posible.

Mi querida maestra: Tú sabes bien que corren tiempos difíciles para eso del oficio de enseñar y que es compleja en mi caso, la tarea de aprender. 

Los expertos dicen que soy un niño autista, que tengo dificultades para entender el mundo de los pensamientos y de las emociones, y que mis capacidades para el simbolismo y la imaginación se encuentran afectadas. 
Sin embargo tú, querida maestra, sólo viste en mí a un niño y te empeñaste en descubrirme un cielo lleno de estrellas. Juntos iniciamos el camino y lo esperaste todo de mí… y pude soñar los sueños de Peter Pan y descubrir las aventuras de Tom Sawyer. 

Contra todo pronóstico, fui capaz de imaginar, de perfilar las formas de mi mundo, y dibujé campos verdes, piratas en busca de tesoros y osos seducidos por las galletas de chocolate. Las hojas de mi cuaderno dejaron de ser blancas y ausentes para llenarse de vida. 

Fueron posibles otros milagros. Llegó la lectura y la escritura, descubrí que las palabras tienen alma y que la mirada de mi maestra traspasa soledades. 

Todo gracias a ti. Gracias por confiar en mí, por esperar de mí, por sentir que yo también era y también podía. Porque fuiste cómplice, mi amiga, mi hada buena, y juntos cada día, más allá de las dificultades, reinventamos la vida en el universo infinito de mi pequeña escuela.

Muchas Gracias a todos los profesionales que hacéis que la vida de los niños sea más fácil, aunque ello conlleve un esfuerzo enorme que sabemos que lo hacéis también.

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