Supongo que lo que voy a tratar de relatar en estas líneas, será una historia como tantas otras, pero es algo que cambió radicalmente mi vida. En ella, ha habido acontecimientos que han originado cambios. Hasta aquí todo normal, un matrimonio como otros, con momentos dulces y amargos, dos hijas maravillosas, y una esposa de la que estaba profundamente enamorado, y digo que estaba, porque lamentablemente, el maldito Cáncer, se la llevó de mi lado hace seis años.

En aquel tiempo, la vida familiar, transcurría con los problemas propios de cualquier familia española, pero sin sobresaltos, …. y entonces, nació Vicente.
Aparentemente, era un niño sano y sin problemas, pero a partir de los dos años, comenzamos a notar las primeras anomalías, la falta de lenguaje, y la falta de atención a todo lo que le rodeaba, todo aquello que a los niños les llama la atención a esa edad, para él no tenía sentido alguno, había quien decía que el niño no veía bien, otros, que el niño era sordo, cada uno opinaba de una manera distinta. Intentamos escolarizarle como a sus hermanas, pero todo fue inútil, pues al cabo de un par de meses, la dirección del Colegio, nos comunicó, que así como las hermanas eran unas alumnas aventajadas, el niño no podía ser escolarizado en ese Centro.

Allí comenzó nuestro Calvario, corrían los últimos años de la década de los 70, el rosario de consultas médicas, se prolongaba en el tiempo, y cada una con un resultado diferente, no se ponían de acuerdo, hasta en una ocasión, dos profesionales de la medicina, llegaron a discutir entre ellos, por el diagnóstico de la enfermedad que afectaba a mi hijo.
Hasta que al fin llegamos a la conclusión; ¡¡¡ nuestro hijo es Autista !!! y ¡¡¡ su dolencia no tiene cura !!! Después del mazazo, tuvimos que reaccionar, y buscar una Asociación de Padres, que por aquel entonces empezaban a aparecer.
Aquellos padres, se negaban a recluir a sus hijos, en instituciones psiquiátricas, y luchaban por conseguir para sus hijos, un futuro digno, nosotros tuvimos la suerte de incorporarnos a la ASOCIACIÓN NUEVO HORIZONTE, en la localidad madrileña de Las Rozas, donde continúa siendo atendido hoy, a la edad de 36 años.

Realmente, aquello cambió nuestras vidas, ambos vivíamos plenamente dedicados a atender a nuestro hijo, hasta que hace seis años, un maldito «tumor cerebral», se llevó a su madre de nuestro lado, y yo me convertí en Padre/Madre automáticamente, ya que Vicente, aunque con un cuerpo de
adulto, tiene una mentalidad de un niño de 2 o 3 años. Esto supuso para mí, la renuncia a una vida social, a fin de dedicarle a él, todo el tiempo que necesita, a abrirle los ojos ante la vida, ser el guía de su existencia. Debo decir, que doy gracias a Dios que mi hijo es varón, esto lo entenderán mejor las madres.

Tras una infancia y adolescencia feliz, mi vida se ha visto salpicada de grandes problemas, y siendo esto cierto, también lo es, que a cambio he recibido grandes compensaciones, no puedo dejar de pensar, que Dios en lugar de enviarme una carga, me premió con la llegada de mi hijo Vicente.
A los hijos con discapacidad intelectual, yo los llamo «generadores de cariño», pues aumentan el esfuerzo y la unión dentro del matrimonio, y por consecuencia, en el entorno familiar, (sus hermanas, tíos y primos le «adoran»). Yo, en cambio, tengo mucho que agradecer a mi hijo; por decir algo, me ha enseñado a estar conforme con aquello que le ofrece la vida, sin pedir nada más que lo que necesita, y que, aunque dependa de mi para todo, cuando detecto su satisfacción por algo, para mí, no existe mayor compensación.

Gracias a él, he conocido a personas con el mismo problema que yo, y juntos hemos desarrollado proyectos de futuro para nuestros hijos, hoy esa experiencia, puede ser participada y ampliada por posteriores generaciones de padres con problemas parecidos, he conocido a grandes profesionales, he tenido ocasión de conversar con altas autoridades , grandes empresarios, hacerles llegar mis inquietudes y crear lazos de amistad, lo que siento, es que la «factura» de todo eso, la está pagando mi hijo, sufriendo su discapacidad.
Todos los días aprendo algo nuevo de él, cosas que no detecta nadie excepto yo. Creo que los autistas, sin ellos saberlo, nos están enseñando continuamente a comportarnos; a través de sus rutinas, de sus manías etc. El que sepamos extraer buenas conclusiones de su comportamiento, ya depende solo de nosotros, esta capacidad se adquiere con el paso de los años, y la ayuda de buenos profesionales, por eso, recomiendo siempre repetidamente, la búsqueda y la integración en las Asociaciones de Padres, estas entidades, son imprescindibles, para la larga singladura que tenemos por delante los padres que hemos sido obsequiados con un hijo Autista.

Yo, que no soy profesional, tengo que confesar que hoy día, en realidad no sé qué es el Autismo, pero si sé lo que es un Autista, y el cariño que necesita. Por eso me duele en el alma y me irrita, el escuchar a algunas personas instruidas, al referirse a alguien (dirigentes, etc.) que es inasequible o insensible a las peticiones de otros, como «Autista», nada más contradictorio a la realidad, que calificar con ánimo ofensivo a otro comparándolo con un discapacitado.
Vicente Pastrana

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