Naciste, y llenaste nuestro mundo de paz,
de serenidad, de calma,
de ternura, dulzura, de felicidad.

Crecías, y lo llenabas de sonidos,
de sonrisas, de carcajadas,
de gestos, miradas, reclamos,
de juegos, palmas y cánticos,
de tus primeras palabras,
tus primeros pasos.

Seguiste creciendo y, de pronto,
sin saber cómo, todo cambió.
Te marchaste tesoro,
dicen que a tu mundo,
rodeado por un muro invisible,
y ni mis besos, mis abrazos,
ni toda la fuerza de mi amor,
lo pudieron romper.

Llegó el mirar sin ver,
el estar sin estar,
el doloroso y profundo silencio.

Te llamaba y tú no me oías,
mi voz era como un eco
sin sentido para ti.

Y yo decidí irme a tu mundo
a encontrarte.
Pero antes lo estudié, lo exploré,
para entenderlo, para entenderte.
Y allí me fui, a respetar tus juegos,
tus rituales, tus silencios,
para después compartirlos
y formar parte de ellos.

Me enseñaste tantas cosas, mi amor,
no hay mentiras ni falsedad,
todo es puro, no existe la maldad.

Entonces creamos los dos,
nuestro mundo nuevo.
Con tus fotos, mis canciones,
con tus juegos y mis juegos,
con rituales mi vida,
que sólo tú y yo comprendemos.

El muro se desvanece,
nuestro mundo ya es el mismo,
lo seguimos construyendo,
no está todo conseguido.

A veces, te vas de nuevo,
y yo, te miro tranquila,
sé cómo hacerte volver
a este mundo tuyo y mío,
lleno de carcajadas,
abrazos, besos
y de fugaces miradas.

Tú mi mundo, mi cielo y mi mar,
mi sol y mis estrellas, mi día y mi noche,
mi alegría y también mi pena,
mi TODO, mi HIJO DEL ALMA.
Mi razón de vivir, de avanzar, de ganar mil batallas,
de surgir cual ave Fénix y no aceptar la derrota,
porque tú lo mereces todo, yo lo conseguiré para TI.

Te quiero hijo lindo. MAMÁ

(Menchu, mamá de un precioso niño con autismo)

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