Dicen que el primer beso nunca se olvida y es cierto.  Jesús tenía 4 años recién cumplidos cuando dio su primer beso.

Fuimos con él y con su hermana Lucía,  de año y medio,  a las Jornadas de la Familia en la localidad madrileña de Las Rozas.  Llegó muy contento,  había música y estaba impaciente por explorar todo aquel espacio nuevo.

¡Mira!,  castillos hinchables,  qué divertido.  Le encanta saltar encima de la cama, así que ¿qué tal si esperamos la cola?. Jesús se impacienta,  no es buena idea. Eso de esperar no es su punto fuerte.

Mejor vamos a ver los coches de policía.  Le encantan los coches, pero… de repente suena la sirena.  No soporta ese sonido estridente.  Se tapa los oídos.  Llora.  Se tira al suelo.  La gente le mira.  No importa,  estamos acostumbrados a que nos miren.

Vamos a ver otra cosa.  Una exhibición canina.  Eso parece interesante.  A Jesús le apasionan los animales. Siempre abre los cuentos por la página donde aparece algún animal.  Le gusta observarlos.  Tiene muchas figuritas de animales.  Los pone en fila y va avanzando con ellos por el pasillo de casa poco a poco, con mucho cuidado de que la fila sea perfecta y de que no se caiga ninguno.

Nos acercamos y allí estaba Runa,  una perra de servicio de rescate de protección civil.  Jesús se acerca nervioso pero muy contento.  Le apetece tocarla pero no se atreve.  Aletea por la emoción.  Al final se lanza.  La toca,  juegan,  le coge las orejas y el rabo,  le mete la mano en la boca.  Runa permanece tranquila.  Es dócil y noble.  Se tumba boca arriba para que la acaricien.  Jesús se ríe,  está feliz. Después de un rato,  ya más tranquilo,  Jesús se acerca a Runa y le da un beso. ¡De los de verdad!.  Con sonido incluido.  A nosotros nunca nos ha dado un beso,  lo más que hace es acercar la cara y decir “mua” como una onomatopeya.  Para nosotros fue muy emotivo verle interactuar con ella.

Runa conectó con Jesús en tan solo unos minutos.  Entró en su mundo.  Derribó todas las barreras y le trajo de vuelta al nuestro,  aunque sólo fuera unos instantes.  Runa participa en terapias con perros para niños con autismo así que tal vez algún día se reencuentren.  Seguro que Jesús no la ha olvidado y desde luego nosotros tampoco.  El primer beso nunca se olvida.

 

 

 

 

 

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