ERES TÚ 

Autor: Juan Manuel Pineda

NUNCA olvidaré aquella mañana de otoño, cuando con apenas cuatros años nos dijeron que podrías padecer un problema de comunicación y de relaciones con otros. Que tu mundo nos costaría entenderlo a nuestra manera.  Creo que el reloj de mi existencia se detuvo por momentos sin entender el por qué a ti, carne de mi carne, podría ocurrirte algo así. Durante muchas noches oculté mis lágrimas sin saber cómo empezar, a quién acudir, qué hacer. Mi vida cambió de tal manera que quise a cada instante compartir tus gestos, tus miradas, tus silencios de ese singular universo, para que fuese también el mío. Deseé contemplar cada amanecer con la esperanza de que juntos llegáramos a ver aquellos horizontes donde a todo hombre les son lícitos alcanzar. Naciste bajo el mismo cielo, y caminamos en su luz cogidos de la mano, hasta llegar al ocaso donde contamos cada estrella tumbados en la fresca hierba. Dulce sueño merecido.

Creciste sin otro privilegio que no fuera el amor y la ternura desde lo más profundo de nosotros. Tus habilidades y destrezas nos sorprendían a cada instante, y nos sentíamos bien. Tus leves sonrisas eran un manantial de agua cristalina y tus soledades nuestra compañía. Siempre lo hemos sabido. El singular lenguaje, las manías y rabietas, la mala tolerancia a la frustración las hemos aceptado con la comprensión que nace únicamente del amor. Pero tú crecías y desarrollabas una inteligencia tal que me hacía sentir pequeña. Te escapabas de mis ser lentamente sin poder reaccionar. Por eso, decidí estudiar. Realizar una carrera universitaria quién no tenía siquiera una base de estudios para ello. Necesitaba conocer más de ti, de tu infinito, de tus mutismos y de esa limitada imaginación. Emprendí, querido hijo, un largo camino teniendo presente tu rostro, tu vida en la palma de mis manos junto a miles de folios e inacabables libros de texto. Sabía que me observabas cada ademán, cada movimiento, y era el dulce sonido de tu respiración junto a mí, el hálito necesario para volver al duro trabajo, al estudio, a la tarea en la esperanza de que todo fuera para bien, para el tuyo y el nuestro. Ese fue nuestro pacto, nuestro lenguaje, nuestra comunicación, tu tabla de náufrago para sortear cada instante y acercarte al otro como nunca antes lo hiciste. Con todo no fue fácil. De cada tropiezo aprendimos juntos, y al no caer nos aceleró la marcha hacia el encuentro con la dicha y el devenir, hacia la caricia y el contacto, a sentirte orgulloso de todo eso que de forma magistral realizabas.

Fuiste tú el que salvaste nuestro matrimonio, el que devolviste la alegría al hogar, el que acrecentaste la autoestima herida, allá en el íntimo lugar donde nacen las emociones y los sentimientos. Un regalo inmerecido del cielo por el que jamás `podré devolver tal dicha.

Así el destino nos condujo a un día especial: el día de mi graduación. El apretado horario, el protocolo del mismo me tuvo atada al mismo sin acordarme ese tiempo que dediqué a ti desde pequeño. Después de la entrega de becas y diplomas volví a mi asiento gozosa, y con el pensamiento puesto en ese pequeño compañero con el que compartí tantas tardes de ese itinerario. Cuando salí, allí estabas, al final del claustro académico, sorprendido, gozoso, iluminado del brillo de tus propios ojos. Al acercarme, trascendiste el límite de los padecimientos, la sórdida semblanza de la enfermedad, y me dijiste: “¡Eres tú, mami!”, y no pude contener las lágrimas. Nosfundimos en un abrazo y durante un eterno instante existió el “tú” y el “yo”.

Desde entonces todo ha cambiado para bien. Tus garabatos pasan al concierto de los ojos ajenos como ventanas hacia la eternidad. La relación con los otros y la flexibilidad mental ha crecido, y hasta he observado que toleras la frustración cuando no resuelves esos inmensos puzles que tanto aprecias. Yo, tu alumna, no lo hubiera sabido hacer mejor. Del amor y del esfuerzo, las más difíciles asignaturas de la vida, su fruto alcanzaste, y sigues siendo mi hijo amado, lo mejor de lo mejor. Paseo junto a cada huella, orgullosa de los progresos, de las habilidades, de toda esa potencialidad que la naturaleza te ha dotado. Allá donde el destino nos lleve, estaremos satisfechos de nuestra heredad disfrutando de la vida.

 

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