A veces, cuando estamos con un niño o niña en la calle, en sesión, o en clase, se nos olvida que estamos frente a una pequeña persona que vive, juega, siente, lo pasa bien, mal… y en especial, que cada uno/una de ellos/as lo vive de manera distinta. Quizá esto es más frecuente en niños y niñas con necesidades, como puede ocurrir en niños y niñas con TEA. Puede que, en ocasiones, tendamos a sobreproteger, otras a generalizar, pues lo que me sirvió con este niño/a me puede servir con el otro… Y ahí tenemos el error. La clave fundamental, es conocer a cada niño/a por individual, salir de las generalizaciones, tratar de ponerse en la piel de cada uno/a de ellos/as. Tenemos que aprender de ese niño y esa niña que tenemos enfrente y a partir de ahí, indagar, buscar estrategias, métodos y técnicas que puedan y deban enriquecer su desarrollo. Y continuar así, durante el transcurro de su vida.
Debemos también tener en cuenta que, no todo depende del esfuerzo y adaptación que haga de la persona con TEA, sino que es necesario generar un entorno facilitador, lo que implica generar estrategias que aseguren la comprensión de este, pues no todo depende de la persona con TEA.
LOS FACILITADORES
Los facilitadores son cualquier tipo de ayuda que incluya una mejoría en la calidad de vida de la persona sin suprimir cualquier otro tipo que se pueda usar en el futuro o se haya usado anteriormente, ya que las personas junto con el entorno se encuentran en constante cambio lo que implica adaptarse a esas demandas. De nuestra mano como profesional, familia, o persona está crear un entorno acogedor e inclusivo que permita desenvolverse de manera autónoma en un presente y futuro.
Ejemplos de facilitadores:
- Encadenamiento hacia atrás. Es una ayuda que comienza en el último movimiento y gradualmente se van eliminando hacia atrás. Por ejemplo, para ponerse solo/a el pantalón, realizaríamos toda la secuencia con él a excepción de la última que debería realizarla solo/a.
- Moldeamiento, ayuda a ejecutar consignas, por ejemplo, para realizar el signo “se acabó” consistiría en guiarle la mano para realizar el movimiento hasta que lo interiorice para realizarlo de manera autónoma en las situaciones y forma adecuada.
- Aprendizaje por rutinas, repetir varias veces la misma secuencia durante varios días, nos van a enseñar cómo hacer las cosas y cuando. Por ejemplo, en el día día comer, ducharse o incluso ir al médico/a a través de la desensibilización… Por medio de la información visual como puede ser una regleta de rutinas, parecido a un horario, colocamos las actividades en orden permitiendo, además anticiparnos a lo que va a ocurrir lo cuál dota de seguridad.
- Apoyo conductual positivo, intenta responder, de forma individual y personalizada, a las necesidades específicas de la persona a la que se aplica a partir de una rigurosa evaluación identificando todas las variables posibles.
- Sistemas Aumentativos y Alternativos de la comunicación (SSAAC), como por ejemplo el sistema PECS.
- Señalizaciones visuales: otro ejemplo visual puede ser en un hospital una serie de líneas en el suelo para indicar donde se encuentran las distintas especialidades, lo cual mejora la accesibilidad al sistema sanitario.
Todos estos ejemplos de facilitadores, y muchos más, deben ir unidos a un lenguaje adaptado, a un entorno agradable, amigable y confortable, en la medida que sea posible.
La comunicación y el lenguaje son esenciales para toda persona, para relacionarse con los demás, aprender, disfrutar y para participar en la sociedad. Algunas personas tienen herramientas como formas de expresión distinta a lo que solemos estar habituados. Estos son los SAAC. Estas herramientas permiten superar las barreras comunicativas implantadas por nuestra sociedad haciendo participe a personas de cualquier edad, ya sean niños, jóvenes adultos y ancianos que tengan dificultades en la comunicación y les permita acceder al entorno del que formamos parte.
Todas las personas, podremos aportar nuestro granito de arena adaptando nuestro lenguaje para mantener «conversaciones de ida y vuelta», haya o no lenguaje oral, ya que estás se van construyendo y por ello debemos de empezar la casa por los planos, y no por el tejado.
¿Cómo?
- Ponte cara a cara
- Ajústate al nivel de la persona que tengas delante, teniendo sus competencias siempre en cuenta
- Utiliza palabras de alto impacto, es decir, aquellas que forman parte de sus intereses, que tengan un significado
- Utiliza frases cortas, informativas; que respondan y reflejen lo que deseamos y nombren aquello que está ocurriendo
- Poner palabras a los actos de quien no tiene lenguaje.
- Evitar hablar rápido, deprisa, avasallando a preguntas y con mucha cantidad de información
- Evitar adelantarse a sus emisiones, dar tiempo, esperar lo que haga falta.
- Tratar de usar frases que impliquen comentar lo que hacemos (declarativas), sin órdenes (“coge la mochila”) ni frases condicionales (“vamos a ir a abrir la mochila”) Podremos decir: “Vamos a abrir la mochila, cogemos la merienda…”
- Evitar hacer preguntas, según la etapa de la comunicación en la que el niño/a se encuentre, podremos, en vez de decir “¿quieres comer?” sustituirlo por “vamos a comer”.
- Verbalizar en positivo, pues si verbalizamos en negativo pueden desencadenarse una serie de conductas. Si queremos transmitirle algo que hacer, que sea en positivo. Pero cuidado hay casos en los que es posible que alguno/a enganche a nuestra orden verbal, y después es difícil retirar ese “enganche”.
- Evitar forzar la repetición. Por ejemplo, estar frente a un niño/a y decir “di quiero comer” inhibe una comunicación funcional, el niño/a es posible que lo repita sin una función comunicativa.
Este artículo se enmarca dentro del Programa Mejora, en colaboración con Fundación Mutua Madrileña. Para conocer mejor este programa pincha aquí.