Mi hermano tiene una sonrisa tremendamente bonita. De verdad que es imposible resistirse a esos ojos azules que te miran con la más absoluta inocencia y bondad posible (aunque haya hecho alguna de las suyas…y las hace, lo puedo asegurar). Entonces, te coge la cabeza y con una mano se aprieta los dientes mientras choca su frente contra la tuya. A veces hace daño, pero no importa. Son muestras de cariño. En realidad, él no sabe dar besos.

Alfonso (así se llama mi hermano) tiene 32 años y como no, sabe comportarse como el hermano mayor que es. Por ejemplo, en algún momento, mi hermano ha sabido quitarme las lágrimas que empañaban mi cara. Es cierto que, realmente, él es muy maniático y no puede soportar ver algo que supuestamente no debería estar ahí, pero aún así me gusta creer que no quiere verme llorar. Al fin y al cabo, ya os lo dije, es mi hermano y le encanta sonreír. Además, se podría decir que, más que maniático, es muy detallista. Le encanta olerme el pelo cuando lo tengo recién limpio y ponerme las gafas si me las ha visto usar durante mucho rato. Sin embargo, sus pequeñas manías nos desquician un poco a veces y es que no es muy agradable que te ponga unas zapatillas cuando estás durmiendo la siesta, que rompa en mil pedazos un trozo de plástico y lo desperdigue por el salón, ni mucho menos que te recoloque la mesa recién puesta. A lo mejor, me vuelvo loca queriendo encontrar mis cubiertos mientras que otra persona tiene en su sitio cuatro tenedores. Pero lo peor de todo es cuando coge manía a alguna foto. Sinceramente no hay nada peor que eso porque te puedes dar cuenta de que esa foto a la que tenías tanto aprecio está tirada en la calle y, con la mayor pereza del mundo, tienes que bajar a por ella. No le importa que sea una foto suya, si no le gusta, se deshace de ella. Aún así, es una persona muy especial. Le encanta saltar en las colchonetas, el mar (puede estar metido en el agua horas y horas), pasear y pasear hasta agotarte a ti mismo y, por supuesto, le gusta muchísimo la música. Cada vez que oye las primeras canciones de La Oreja de Van Gogh, el Chiquitita de ABBA, o el disco recopilatorio de The Beatles se sienta encogido mientras baila moviendo la espalda de atrás hacia delante y como no, en su cara aparece esa sonrisa tremendamente bonita que le caracteriza.

Como ya he dicho, Alfonso tiene 32 años. No sabe leer, escribir ni tampoco hablar. De hecho, los únicos sonidos que produce son las vocales. Mi hermano tiene bastante dificultad para comunicarse y relacionarse con otras personas y uno de sus únicos intereses es jugar con algún objeto durante todo el día (ya sea un peine, un botecito o lo que le llame la atención). Aunque sea el mayor, soy yo la que tiene que cuidar de él y muchas veces me cuesta que me haga caso. Es una persona muy nerviosa y algunas veces, cuando no me obedece, no puedo evitar perder la calma y gritarle. Sé que así no consigo nada, él sigue haciendo de las suyas, yo he perdido la calma y no hemos conseguido más que perder el tiempo y más aún los nervios. Por eso, siempre es mejor intentar salir a pasear con él para que ambos nos relajemos. Mi hermano Alfonso tiene autismo.

Es curioso como, a pesar de haber vivido 19 años con él, no consiga comprender del todo las peculiaridades del autismo. Incluso, hoy en día, sigue siendo un enigma para la comunidad científica ya que ni siquiera se conocen las causas de este síndrome. Sin embargo, lo que tengo muy claro es que no significa ser superdotado o un marginado social como mucha gente cree. Es mucho más complicado.. Aunque las personas que lo padecen presentan unas características comunes como, por ejemplo, la tendencia a realizar acciones rutinarias o la deficiencia del lenguaje, hay que decir que cada caso de niño autista es completamente diferente. Es todo un “mundo”. Por ello, cada uno recibe una educación acorde con sus posibilidades. Algunos escriben y leen, otros utilizan el ordenador o hablan durante muchísimo rato. Tras haber conocido a muchos niños autistas, sigo sorprendiéndome cada vez que pienso en Paco, capaz de indicarte el título y número de cada cómic de Tintín, o si veo a Quinto, con él que tanto me divierto al recitar con él de principio a fin los diálogos y canciones de sus películas favoritas. Pero, ¿qué hay de mi hermano?

Alfonso, o mejor dicho, Alfonsito tiene un autismo más severo. Como ya he mencionado, no sabe escribir, leer ni mucho menos hablar. A veces es complicado conseguir que me obedezca o que me entienda y su nerviosismo nos trae bastantes quebraderos de cabeza. No obstante, cuando mira con esos ojos azules tan inocentes y bondadosos es imposible resistirse a su encanto. No lo digo porque sea mi hermano y porque le quiera tanto sino porque, aparte de eso, es único. Sinceramente, adoro todo de él. Desde cada manía suya hasta cualquier paseo que hemos podido dar porque, ya sea en la playa o la calle, nos encanta caminar. En esos paseos, me coge de la mano y yo siempre le doy algún beso. Me da igual que él no sepa responderme con otro beso, o que me haga daño cada vez que me muestra cariñosamente que me quiere. No me importa que, a veces, me saque de quicio. Todo eso me da exactamente igual porque, en esas únicas ocasiones, disfruto de él y de su compañía. En todos y cada uno de esos paseos, tengo a mi hermano y por supuesto… tengo esa sonrisa tremendamente bonita, y contagiosa, que hace que no necesite nada más.

 

María Prieto Berzal.

Te puede interesar...
Share This
Ir al contenido