Mi más sincero agradecimiento a la atención de todos los que leen estas líneas.

Vamos juntos de la mano, vamos dando un paseo por un mundo en el que la manera inteligente de vivir es adaptarse; adaptarse es el camino hacia la felicidad.

Hola, soy Tamara la mamá de Óscar, que es un niño fuerte y luchador, alegre, cariñoso y con alguna más actitud especial. Claro está que todos los niños son especiales y cada uno de ellos destaca por algo. En este caso, lo que hace especial a Óscar, nos conlleva a reaprender algunas de las actividades de la vida diaria. Y por lo tanto una forma distinta de lo que te imaginas cuando vas a ser padre, madre, hermano, primo, abuela, etc.

Cuando  tenía 20 años de edad, el papa de Óscar y yo decidimos tener un hijo. Pensábamos vivir juntos toda la vida, darle hermanos a Oscar… la idea perfecta de una familia feliz.

Cuando Óscar tenía 9 meses su papá y yo nos separamos. A partir de entonces, el cuento de la familia ideal, la familia soñada, supe que iba a tomar una forma diferente. El paseo por la vida toma un camino distinto, ¡es otro el paisaje que vamos a conocer! Tal vez el paraje que íbamos a contemplar no es el mismo por el que nos están guiando, pero sólo si nos adentramos en él y lo miramos con atención podremos ver que también es hermoso y digno de admirar. Será diferente a lo que imaginábamos, pero es  EL NUESTRO  y lo disfrutaremos.

El comienzo de este camino fue pedregoso. Más adelante encontramos algo en Óscar que nos llama la atención.  Es un niño que se aferra mucho a mamá es un niño que teme ruidos de coches, de explosiones de globos, ladrido de perros, no juega como los demás niños, no aprende como los demás niños …

Pensaba, es que El Pequeño tiene que hacerse a la nueva situación de la separación, porque es duro y necesita un periodo de adaptación. Pero va pasando el tiempo y el niño no se “adapta”. Al comienzo del colegio, la profesora también observa que el comportamiento de Óscar no es como el de los otros niños de su edad. Óscar en el cole se evade, no atiende a su nombre ni a lo que le dicen, no juega con los compañeros, pasa mañanas repitiendo frases sin sentido, tiene miedos atípicos…

Su profesora me cita para una reunión, en la que me informa de lo que yo venía observando tres años atrás y pensaba que era, en parte, por mi culpa.  Entonces ella me dijo que los comportamientos de Óscar los conoce porque son típicos de niños con autismo.

¡¡¡AUTISMO!!! Eso fue una descarga eléctrica en mi cerebro, miedos, inquietud,  inseguridad… más miedo.

Pero en estas, no puedes quedarte paralizado nunca. Cual resorte funcioné e inmediatamente supe  lo que tenía que hacer: averiguar qué  era lo que le pasaba a mi hijo, cómo podía ayudarle,  de qué forma veía mi hijo la vida, cómo trabajar con él, qué medios necesitamos para que él viva una vida igual a la de todos. Aprender, averiguar, trabajar  pero siempre con todo el amor, la alegría y la fuerza del mundo para y por él.

La actitud es la reacción, nunca el estancamiento.

Visitamos a su pediatra, éste a su vez nos derivó al pediatra especialista en neurología. Observó  que sí había algo en el pequeño y decide hacerle unas pruebas: electroencefalograma, y audiometría… Todo me sonaba a chino pero con lo que me quedé fue: que lo mejor, independientemente de los resultados de las pruebas, era que nuestro pequeño empezará a trabajar en su nuevo “paisaje”.

Así  pues comenzamos a ir a un centro de atención temprana dos veces por semana, una hora cada día.  Allí tenemos la suerte de conocer a Manuel, el director del centro que siempre me ha guiado y dado aliento en un tema tan delicado como este. Todos intentamos aprender la nueva forma de comunicarse. A Óscar le enseña, más a fondo, la logopeda del centro. También va a psicomotricidad, con el objetivo de tener más estimulación que le ayude a relacionarse con los demás mediante juegos. Todos estos profesionales nos dan pautas para ver nuestro paisaje con más color y luz.

En principio aprender todo esto parece difícil. Cuando lo expongo al resto de mi familia las caras son de sorpresa, de no saber por dónde empezar, de miedo, dudas de si  lo sabremos hacer bien. En definitiva, en la familia y el colegio de Óscar hay que modificar algunas de las formas de trabajar  y de llevar el día a día. Pero siempre con fuerzas, iniciativa e ilusión.

La idea principal es clave, ésta es ni más ni menos que, estar todos unidos, colaborar. Así  cuando vemos resultados, aunque sea minúsculo (como que Óscar te pida “pis”) es una gratificación y alegría de valor incalculable, que en conjunto se intensifica aun más.

Es una situación que puede ser muy dura, pero siempre va ir en consecuencia de cómo aceptemos las cosas. Desde mi experiencia puedo decir, que siempre existe la forma de conseguir que las cosas se canalicen de una forma positiva.

Mi hijo vive su infancia como otros niños. Yo  vivo mi maternidad como  las otras madres. Aunque  tenemos que aprender más formas de comunicación, tenemos que aprender a ser más pacientes, tenemos que trabajar más. Pero esto no nos hace vivir de peor manera, sino que nos enriquece, fortalece y nos hace vivir con más intensidad las pequeñas alegrías.

Estoy muy orgullosa del hijo que tengo, del valor que me hace darle a cada detalle de esta vida.

Gracias por estar ahí y por darme la luz.

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