Gracias a la acción investigadora promovida por entidades como Autism Speaks, estamos aprendiendo a conocer mejor las relaciones entre los trastornos del Autismo y otras afecciones como los trastornos del lenguaje.

Fuente: Autism Speaks

Lorenzo Miodus-Santini, un niño de once años, nunca fue un gran conversador. De bebé no balbuceba. Cuando empezó a hablar de pequeñito, aprendía una palabra pero olvidaba otra. A los trece meses se le diagnosticó un trastorno del espectro autista (TEA).

El hermano mayor de Lorenzo, Christian, no tiene autismo, pero igualmente tiene una batalla con el lenguaje. Christian tiene dificultades para leer, procesar palabras oralmente y hablar con claridad. Los doctores le diagnosticaron un trastorno específico del lenguaje.

investigación autismo

Ambos niños fueron parte de un estudio de investigación que puso de manifiesto la existencia de vínculos genéticos entre el autismo y los trastornos que a menudo le acompañan. Los resultados figuran online en la revista American Journal of Psychiatry.

Los investigadores encontraron pruebas de los cambios genéticos que en unos casos se asocian con el autismo y en otros con trastornos del lenguaje.

Específicamente, los investigadores encontraron cambios genéticos en una región estrecha de dos cromosomas (15q23-26 y 16p12) que incrementan el riesgo tanto para el autismo como para sufrir algún trastorno del lenguaje. Esos vínculos pueden ayudar a explicar por qué casi la mitad de las personas con TEA también tienen algún grado de trastorno del lenguaje. En este caso, algunos individuos con los cambios en el gen desarrollaron autismo, otros desarrollaron algún trastorno del lenguaje, y otros desarrollaron ambos.

«Investigaciones como esta nos ayuda a entender los mecanismos que subyacen en el autismo y los trastornos asociados que afectan a muchos pero no a todos los individuos en el espectro del autismo», comenta el genetista Andy Shih, vicepresidente de asuntos científicos de Autism Speaks (quien no participó en el estudio). Esto, a su vez, podría conducir a la identificación de las rutas biológicas que podrían responder a nuevos tratamientos.

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