Artículo publicado en El País el 19 de enero, en el que pone sobre la mesa un aspecto controvertido de la neurociencia como es el de la predicción del comportamiento.

Fuente: El País

Leer la mente es tal vez la aplicación más futurista, y más estremecedora, de las técnicas de neuroimagen que están ahora mismo en rápido desarrollo. Pero hay otra que puede ser más útil a corto plazo: la predicción del comportamiento. Los neurocientíficos ya están en condiciones de utilizar una serie de medidas de la funcionalidad cerebral (neuromarcadores) para vaticinar el futuro rendimiento educativo de un niño o de un adulto, sus aptitudes de aprendizaje y sus desempeños favoritos. También sus tendencias adictivas o delictivas, sus hábitos insalubres y su respuesta al tratamiento psicológico o farmacológico. El objetivo de los científicos no es llegar a la sociedad policial caricaturizada en Minority Report, sino personalizar las prácticas pedagógicas y clínicas para hacerlas mucho más eficaces y serviciales para la gente.

“Durante más de un siglo”, escriben en Neuron el neurocientífico John Gabrieli y sus colegas del MIT (Massachusetts Institute of Technology, en Boston), “comprender el cerebro humano ha dependido de daños neurológicos acaecidos de manera natural, o de las consecuencias imprevistas de la neurocirugía”. Gracias a ese tipo de casos, algunos muy famosos entre los neurólogos, se pudo determinar el papel esencial para el lenguaje que tiene el córtex prefrontal izquierdo (la célebre área de Broca), por ejemplo, o las áreas implicadas en el comportamiento social, la toma de decisiones o la construcción de nuevas memorias.

Lo que proponen Gabrieli y sus colegas del MIT es utilizar ese acervo tecnológico capaz de medir la neurodiversidad humana para predecir el comportamiento futuro de las personas. “Esa predicción”, dice Gabrieli, «puede constituir una contribución humanitaria y pragmática para la sociedad, pero ello va a requerir una ciencia rigurosa y una serie de consideraciones éticas”.

Entre las predicciones posibles están la de saber si un bebé desarrollará dislexia a los 8 años de edad (práctica ya realizada con electrodos) o predecir tendencias delictivas.

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