APENAS UN ROCE BASTA

Autora: Rut Moreno Vaquero

 

Yo solo soy una estudiante, primero estudié psicología, y más tarde un máster para poder dedicarme a lo que más me gusta, ayudar a los niños y adolescentes en esas etapas tan cruciales de su desarrollo como personas. Quiero ser Orientadora Escolar.

No tengo en mi familia ningún caso de autismo, no he conocido en mi infancia a ningún niño de esas características, todavía me queda un tiempo para ser madre… Solo conocía este problema de forma literal, a través de palabras, datos, cifras y más cifras, clasificaciones y demás palabrería técnica y profesional.

¿Qué rollo nos está contando esta chica?, os preguntareis, ¿Qué tiene que ver con el sentimiento de amor y cariño hacia estas personitas tan especiales? Solo contar mi experiencia, eso quiero. Diluir parte del mito y leyendas que se creen y cuentan, y todo gracias a un simple gesto.

Como orientadora me tocó hacer las prácticas en un instituto público, mi emoción se disparó al saber que era un centro preferente de niños con Trastorno del Espectro Autista. Por fin iba a poder observar de forma directa esos comportamientos tan llamativos que nos habían descrito en las clases de Psicología Infantil, iba a poder poner en práctica todo lo que había aprendido… tonta de mí.

Entré en aquella clase, ojo avizor, y cuanto más rato pasaba más extrañeza me causaba todo. Sí, es cierto, hacían alguna cosa que me parecía fuera de lo normal, se despistaban con frecuencia (aunque, ¿qué adolescente no lo hace en clase?), les costaba interactuar con gente nueva (pero en cierto sentido, ¿a quién no le cuesta a veces?)… De improvisto, uno de ellos se me acercó, llamémosle Iván, se sentó a mi lado, me sonrió, señaló mi camiseta y cuando miré hacia abajo, me dio un toquecito en la nariz y se rio. Apenas un roce, una broma tan simple como aquella bastó para romper mi muro de profesional llena de datos y nombres raros, y hacerme verles como lo que eran, solo niños, quizá con ciertas necesidades distintas a las de los demás, pero es que todos los niños al final tienen necesidades.

Iván me abrió los ojos y el corazón, me ayudó a comprender y ver más allá de las etiquetas, y desde entonces hasta final de curso no he perdido la oportunidad de ir a verles, pasar los ratos que podía con ellos y jugar, sobre todo jugar. No negaré que algún día se ha torcido, pero han sido más los momentos buenos y, desde luego, eso será lo que perdure en mis recuerdos y mi corazón. Iván, gracias por enseñarme.

Te puede interesar...
Share This
Ir al contenido