Historia de una neurotípica

Autora: Sonia de San Lázaro Lorente

 

En esta historia hablaré de mi misma, no tengo Autismo, tampoco tengo Asperger. Lo siento, no soy tan interesante, probablemente también soy menos íntegra, sensible, perfeccionista y perseverante que si lo tuviera.  Sí, dispongo de ciertas habilidades sociales (aunque las justas en la mayoría de los casos), puedo aceptar los cambios con cierta “facilidad”, también podría mentir, incluso podría estar mintiéndoos ahora mismo. Cuando empiezo algo muchas veces me aburro antes de acabarlo, a mi paso voy dejando un rastro de cosas a medio hacer. Ya veis, yo sólo soy alguien “del montón”.

Seguramente os estaréis preguntando porqué he decidido contar mi historia si soy tan poco interesante. Podría contar la historia de cualquiera de ellos, que me hacen ver más que en ningún otro lugar la verdadera humanidad pero no estaría a la altura de las circunstancias, tampoco creo que pudiese encontrar las palabras adecuadas, al menos no tan adecuadas como a ellos les gustaría. No nos engañemos, es demasiado complicado para alguien tan neurotípica como yo. Dejemos las obras de arte a los artistas, hoy nos conformaremos con mi historia.

Soy maestra, dedico mi tiempo a trabajar con niños con autismo, a veces lo hago mejor, otras veces lo hago peor, seguramente si ellos también registrasen la realización de mis tareas tendría mayor número de errores que ellos. Pero a pesar de nuestras equivocaciones todos vamos aprendiendo algo nuevo, a veces aprenden tan rápido que vivo en un estado continuo de sorpresa.

Me lo ponen complicado pero que quede entre nosotros, la alumna que más aprende soy yo. Ni de lejos soy la más inteligente de la clase, tampoco tengo el mejor razonamiento lógico, si hablamos de mi persistencia tampoco destaco, mi memoria es bastante pésima, soy bastante mediocre, podríamos decirse que  incluso soy vulgar. Es difícil que alguien con mis escasas cualidades aprenda tanto y tan rápido pero tengo muy buenos maestros.

Mis maestros son expertos en muchas cosas, tienen tantas habilidades que es imposible recordarlas todas.  Podrían pasar por doctores de paleontología, analizar todos los comportamientos inadecuados de los demás, podríamos montar una unidad de análisis de la conducta en nuestra clase, ¿y qué me decís de la geometría? Algo encuentran en esos ángulos que a mí todavía se me escapa ¡y qué capacidad para concentrarse en sus centros de interés!

A lo largo de mi vida de estudiante he tenido muy buenos maestros, una de ellas incluso generó mi interés por dedicarme al mundo del Autismo pero ningún profesor titulado me ha enseñado tanto como mis pequeños maestros, son ellos los que me enseñan cada día una forma diferente de amistad, los que me demuestran todas las imperfecciones de nuestro idioma (a veces tan poco preciso y funcional), los que ordenan las cosas de una forma más racional, los que insisten y siguen insistiendo hasta que se superan a sí mismos.

Como ya habréis podido notar me encanta mi trabajo pero no siempre todo funciona bien, no todos los días son días favoritos, hay días en que ninguno tenemos un buen día, Sé que no siempre van a recibirme con un abrazo, quizá no siempre quieran regalarme una sonrisa, incluso es posible que me lleve algún grito o prefieran estar lejos, ya lo sabía, lo pone en todos los manuales pero esto era especialmente duro cuando la que tenía un mal día era yo.  Poco a poco aprendes a ver más allá, aprendes a ver lo realmente importante y comprendes que no van a regalarte una postal el día de tu cumpleaños ni van a decirte que te han echado de menos en vacaciones, tampoco van a traerte dibujos, no negaré que es algo que echo de menos pero todo eso deja de tener importancia cuando ves que por fin se sienten tranquilos y seguros contigo, cuando los papás te cuentan que ya pueden ir al cine o que le gusta ir a la biblioteca, que el cortarse las uñas ya no es una batalla campal, cuando sabes que eres tan importante para ellos como lo son ellos para ti.

No he sido del todo sincera, debo admitir que he mentido (ya os conté que soy capaz de hacerlo) no soy vulgar, tampoco soy mediocre, soy alguien especial y soy así porque mis pequeños maestros me han enseñado a serlo. Esta es mi historia, una historia de profunda admiración hacia las personas a las que debes enseñar.

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