CON GANAS DE MÁS…

Autora: María Alcaire

Nuestras vidas están llenas retos, retos diarios a los que nos enfrentamos a veces sin apenas darnos cuenta. Las profesoras de infantil también tenemos muchos desafíos a lo largo del día con nuestro alumnos: intentar que sean más autónomos, consolarles ante una caída, ayudarles con la lectura, quitarle importancia a sus problemas… en definitiva, que sean cada día felices en el aula, a la vez que aprenden.

Este curso, me enfrentaba a un nuevo reto: un niño con espectro autista. Yo conocías las características de él, en definitiva, la teoría, pero nunca había tratado con ninguno. Lo que yo no esperaba, es que fuera una experiencia tan enriquecedora.

Nuestro alumno llegó a clase de forma explosiva. Sí que es verdad que al principio a todos les llamaba la atención la nueva situación. Pero poco a poco todo se fue normalizando de forma espontánea. No hizo falta explicar demasiado. Y éste es uno de los puntos que más me llama la atención, cómo mis alumnos poco a poco se acostumbran a la nueva situación y se entregaban al 100% con su nuevo compañero.

Al principio a nuestro nuevo compañero le costaba entrar a clase, todo cambio es un mundo. Sin embargo, hacíamos lo posible para que se sintiera bien y a la vez, no se “agobiara”. Para ello, le dejábamos los juguetes que habíamos descubierto que le gustaban. Y así, poco a poco y con mucho cariño, conseguimos que viniera al aula contento.

Cada vez se iba mostrando tal y como él era, abriéndose a los demás con su forma de expresarse (muchas veces de forma no verbal). Era curioso observar cómo se comunicaban con él, imitándole. De forma natural, los niños copiaban sus conductas para que él se viera identificado y de alguna manera respondiera a estos estímulos. Y…¡¡¡¡vaya si lo consiguieron!!!! Poco a poco fue calmándose y hasta venía a clase de forma voluntaria a vernos. ¡Qué alegría para todos!

Cuando entraba en el aula, el mundo se paralizaba, dejábamos lo que estábamos haciendo en ese momento para prestarle atención (a lo mejor quería decirnos algo importante). Él ya era uno más, se había integrado totalmente  y cada vez sus compañeros querían que viniera más y más a clase, lo reclamaban para jugar, bailar, hablar… aunque la respuesta no era la esperada…¡¡¡no pasaba nada, seguíamos intentándolo!!! Ya le conocían y sabían que él era así, en definitiva, un compañero más.

Cada vez le teníamos más cariño, es más, si un día no venía a clase era como si faltara algo, no era igual. Cada vez pasaba más rato con nosotros y su intención comunicativa era mayor. Poco a poco, comenzó a mostrarse más cariñoso, a expresar su “amor” incluso a establecer las primeras amistades. Llegó un momento que reclamaba jugar con algunos niños en concreto (y esto les encantaba a ellos, se sentían muy queridos).

Todo comenzó a ser más fácil, atrás quedaron las lágrimas de los primeros días (cuando no quería venir a nuestra clase y mis alumnos no entendían por qué “si ellos no habían hecho nada”). Solían preguntarme, pero yo le quitaba hierro al asunto.  Y así, todo mejoró y él ya era un alumno más de 2º B de Infantil.

Poco a poco se acostumbró a las normas de clase, se sentaba en su sitio… todos los demás respetaban sus “rutinas”, nadie le tocaba su silla y sus juguetes eran “intocables”. En definitiva, la clase se seguía paralizando cuando él entraba en ella, pero a todos les gustaba está situación, todos eran responsables de la misma, y estaban felices porque veían que nuestro nuevo alumno, por fin era feliz rodeado de todos nosotros. Ya no se agobiaba, ni gritaba ni intentaba salir de clase… todos esos malos recuerdos quedaban atrás.

Comenzábamos a disfrutar de su presencia y él de la nuestra. Nuestros abrazos empezaban a ser recíprocos y eso nos llenaba de alegría.

Las actividades discurrían de forma normalizada y sin darnos cuenta las adaptábamos a él. Nos encantaba ver como disfrutaba con todo lo que hacíamos en clase. A veces, nos invitaba a su Aula TEA y nos encantaba hacerle visitas incluso jugar con sus juguetes (era algo especial).

Cada vez estaba más contento y lo más sorprendente es que lo expresaba con su nerviosismo, gritos de alegría… incluso con su sonrisa!!! Y todos habíamos puesto nuestro granito de arena para conseguirlo.

Como maestra, me había encantado vivir todo este proceso (a veces dentro de él y otras observando desde “la barrera”). Estoy sorprendida como de forma espontánea estos niños que a veces son caprichosos, les cuesta compartir los juguetes, se enfadan entre ellos por cosas sin importancia… en definitiva características normales en niños de su edad…Cómo ellos se habían entregado de esa forma tan desinteresada a nuestro nuevo compañero. Ahora, ya casi ha terminado el verano, estoy segura de que cada uno de “mis niños” está deseando ver otra vez a este compañero tan especial. Gracias por este curso, sin duda, estamos con ganas de más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Te puede interesar...
Share This
Ir al contenido