EL PELITO DE PAQUI

Autora: Paqui Vaca Reyes

 

En nuestro primer encuentro no hubo contacto visual. No me miró a los ojos directamente, pero sabía que lo querría, y lo haría con locura…

Allí, en medio del patio del colegio, con más de doscientos infantes corriendo y jugando, no había diferencia alguna. Además, era tan guapo…

El primero en dar la voz de alarma fue su tutor, una semana después de comenzar el curso. Ya en un habitáculo acotado, con tan solo veinticinco párvulos pululando más tranquilamente por allí, si se notaba la diferencia: era el más guapo, el de la carita más dulce, el de la mirada perdida, el más activo de todos, el que pedía ayuda y amor a gritos en cada uno de sus movimientos.

Fue difícil sentarlo y tranquilizarlo, pero fue precioso cuando aquellos enérgicos ojos se pararon justo enfrente de los míos; duró pocos segundos, pero creo que surgió la chispa entre ambos.

Desde aquel día, cada uno querría y necesitaría al otro a su manera. Aprenderíamos tanto juntos…

Los primeros contactos fueron para ir conociéndonos, para ir hurgando en su mente poco a poco, intentar entenderle, el lenguaje oculto de sus gestos, palabras, cuerpo, un lenguaje misterioso aún por desvelar. Esa escurridiza mirada, pero franca y sincera. Esos gestos ingenuos que descubrían una verdad infinita. Su sonrisa limpia clavaba rosas en mi mente, que me torturaban por mi torpeza para deducir todo lo que ese minúsculo ser me quería transmitir.

A partir de entonces no paré, escarbando información en cursos, tertulias y libros. Había mil preguntas que se irían contestando con el tiempo y otras mil que se quedarían sin contestar.

Cuantas carreras por el patio, sin una meta definida; correr para liberar la mente del cuerpo, un cuerpo incontrolable de movimientos desorientados, correr sin ton ni son, correr para acabar exhausta en un: “te cogí” y escuchar su risa espontánea. Una risa desenfrenada que de repente se volvía opaca y entonces sus ojos te decían algo, algo que nunca entenderías del todo, pero que llenaba el corazón.

Pronto empecé a notar que yo era algo para él, que en su impenetrable mundo interno estaba yo. Que sus ojos impetuosos y su mirada aparentemente vacía veían algo cuando me divisaba y venía hacia mí y me ofrecía su mano y paseábamos… simplemente, o corríamos…

Muchos gestos de amor he tenido en mi vida: mis padres, mis hijos, mi pareja, mis hermanos, mis amigos, mis alumnos y alumnas… todos ellos sinceros y que han llenado mi corazón de amor desde el mismísimo día en que nací, todos con gestos o expresiones parecidas: un beso, un abrazo, un te quiero… todos ellos maravillosos. Pero mi Dani, tiene una forma especial de decir te quiero, porque a mí me lo ha dicho y sé que me quería la primera vez que me miró con esos ojos indescifrables y me dijo: “el pelito de Paqui”, mientras acariciaba dulcemente mi pelo. Fue una de las manifestaciones de amor más bonitas de mi vida. Nunca podré olvidar a mi Dani y nunca podré dejar de quererlo. Porque el amor tiene muchas vertientes y muchas formas de decir TE QUIERO.

 

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