PASITO A PASITO

Autora: Soledad Ucedo Villa

 

  • ¡Ven, Felipe, tú aquí en esta mesa! ¡Qué suerte has tenido! Te ha tocado de pareja a Melisa para realizar esta bonita actividad de dibujo-.

Manifiesto, muy agradable e ilusionada, como maestra y tutora del grupo. Pero, Felipe permanece en su sitio sin hacer idea de obedecer a su señorita. Todos sus compañeros/as están deseando comenzar a manipular con las acuarelas y  muy pendientes de Melisa porque aún no tiene pareja. Yo insisto:

  • ¡Mira, Felipe!-.

Le enseño la caja de acuarelas y los pinceles, pero el niño sigue tímidamente en su silla sin el mínimo intento de acercarse a su compañera y no dice nada. Hago otro intento de motivación para que venciera la timidez y con sus pequeñas manos se tapa la cara apretando fuertemente sus tristes ojos como si quisiera huir despavorido de aquella situación. Esa reacción me preocupó y para que pasara lo más desapercibida posible, coloqué a Melisa con otra pareja y todos empezaron muy contestos a trabajar. Yo me acerqué a la mesa donde estaba Felipe y él solo, sí comenzó a garabatear con los pinceles y las acuarelas, dibujando en el folio un gran arcoíris  de colores con mucho elogio por mi parte para animarlo.

Felipe es un niño de tres años que ha iniciado hace muy poco Educación Infantil, aparentemente es  completamente normal, pero, manifiesta, por su actitud, un aspecto de ser muy tímido e introvertido.

Cuando pasó todo el periodo de adaptación, propio de los niños/as que inician la escolarización, Felipe no había pronunciado todavía ninguna palabra y empezó a inquietarme y comencé por comentar a sus padres cuando venían al colegio a traer o recoger al niño. Ellos no manifestaban gran preocupación porque decían que era muy tímido – es muy pequeño aún, con nosotros se comunica cariñosamente con gestos- comentaba su madre-.

No pasado mucho tiempo y en una actividad con plastilina, observo que Felipe está comiendo algo, me acerco a él y,…

  • ¿Qué comes, Felipe?- Pregunté sorprendida.

El niño callado, pero enseguida comprobé que se estaba comiendo la plastilina.

  • La plastilina no se come- le dije.

Hizo un gesto de disculpa, parece que me quería decir que lo sentía y continué la sesión.

Un día en el taller de psicomotricidad organizo una actividad en el patio del colegio. Explico:

  • Ahora vamos a salir al patio-.
  • ¡Biennnnn!… – contestaron todos al unísono.
  • Vamos a ir muy calladitos por el pasillo porque en otras clases están trabajando y no podemos molestar- añado.

Todos se pusieron rápidamente en fila para salir, todos menos Felipe que, como era habitual, permanecía en su silla sentado. Voy a su mesa y con mucho cariño le cojo de la mano y le sitúo en la fila cerca de mí para salir. Ya en el patio dibujé en el suelo una circunferencia para colocarlos a todos/as en círculo. No fue fácil, pero con paciencia lo conseguimos. Antes de comenzar la actividad oigo un revuelo muy grande.

  • ¿Qué pasa?- pensé disgustada.

Era Felipe, que con mucha rabieta pegaba patadas a un compañero.

  • ¿Qué ocurre?- pregunté preocupada.
  • Señorita, que le he pisado sin querer.- contestó el compañero.
  • No pasa nada se pide disculpas y vamos a comenzar el juego- añado.

Creyendo que había solucionado el conflicto me disponía a iniciar, cuando de repente Felipe se sale del círculo y corre hacia la clase sin hacer caso. Pedí ayuda a una compañera para que me vigilara a los niños/as que quedaban en el patio y entré enseguida al aula. ¡Qué sorpresa! Felipe estaba sentado en el suelo debajo de la mesa llorando y parece que se autolesionaba en la cara con sus propias manos.

  • ¿Qué te pasa? ¿No te ha gustado salir al patio?- Le decía yo con cariño. Todo inútil, él en silencio.

Rápidamente comuniqué la incidencia a sus padres y hablé seriamente con el jefe de estudios y la psicóloga del Centro. En breve se le hizo un estudio al niño y no tardaron en diagnosticar el problema que tenía: Era autista.

Enseguida nos pusimos todos a trabajar con él, asesorados por la psicóloga y con sesiones individualizadas semanales con el profesor de Pedagogía Terapéutica y el de Audición y Lenguaje. Aunque pasito a pasito y con paciencia, se iba notando el progreso,  como resultado del tratamiento recibido y la buena coordinación por parte de todo el equipo.

Un día cualquiera de clase, trabajando rutinariamente, me lleve una grata sorpresa. Voy organizando el trabajo de todos/as  y cuando llego a la mesa de Felipe le oigo decir:

-Señorita, te quiero mucho. Eres muy guapa-.

Eran las primeras palabras que le oía pronunciar.

Así fue como se iniciaba la relación con los demás y,  aunque tímidamente, a lo largo de la escolarización iba superando su aislamiento.

 

 

 

 

 

Te puede interesar...
Share This
Ir al contenido