Porque sólo ella

Autora: Marina Bolaños

 

Es morena. Muy morena. Ojos negros, pelo oscuro, un río de pecas sobre el puente de la nariz. Es ultra mega super morena. Por eso es tan precioso cuando sonríe, llenando de contraste su oscuridad. Cuando decide  regalarme el haz de luz que esconde entre los labios. Y que cuesta tantísimo desenterrar.

Quizás sea que sabe lo brillante que sonríe y lo bonita que se pone. Quizás sea tan tímida que le de vergüenza hasta hacerme feliz.

Pero si es así, pobre. Porque se tiene que morir de vergüenza cada día. Cada día que nos cruzamos y ella me mira, sé que me mira aunque no lo haga, y yo sonrío. Quizás por eso hable tan poquito, quizás tema que se le escape la sonrisa y yo lo vea.

Es morena y pequeña. Y suave. Es tan suave que si Juan Ramón Jimenez la hubiese conocido a tiempo, habría dicho de Platero que es “tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos” y habría añadido, “como ella”. Y todos sabríamos a qué ella se referiría.

Es suavecísima. Como sólo ella sabe serlo.

Es suave cuando viene corriendo y me llena las manos de arena, los ojos bañados de sonrisa, los labios cerrados fuerte. No sea que se le escape la alegría. Es dulce cuando me aprieta fuerte el brazo y me señala las hojas de los árboles que se mueven furiosas por el viento, cuando sale a coger lluvia con la piel. Cuando canta a carcajadas. Cuando baila en silencio.

Es lo más suave y lo más vivo que conozco. Y lo más secreto y lo más extraño.

Creo que por eso la quiero. Porque no tengo la más remota idea de cómo es, de cómo habla, de cómo piensa y de cómo besa.

Pero tengo la certeza de que sé cómo me piensa. Lo sé aunque quizás nadie más lo sepa.

Igual que sé que adora el color amarillo y la voz dorada de Serrat. Igual que sé que su más felicidad más máxima está bajo el agua salada del mar. Que le cuida las cosas que quiere. Y que las guarda y las protege igual que hace con su sonrisa. Lo sé aunque nadie me lo ha dicho, aunque nadie más lo sepa.

Lo sé porque la vi sonreír diminuto cuando vio que había puesto girasoles en la ventana, porque la escucho canturrear Mediterráneo cuando vuelve a casa de noche. Porque nadie ha visto a nadie más vivo que ella cuando corre a meter los pies en el océano. Porque nadie me cuida como lo hace ella.

Se llama Alba y es morena. Toda ella es contraste. Nada es predecible. Nada.

Creo que por eso la quiero. Porque la vida a su lado es una aventura constante. Porque todo es sencillo y mágico.

Por eso, y porque sé que me quiere.

Aunque nadie más lo sepa. Sé que me quiere aunque no me quiera.

Aunque no me bese, aunque no me hable.

Lo sé.

Porque sólo ella, y sólo a mí.

Porque sólo ella me llena las manos de tierra, y sólo a mí me agarra del brazo para enseñarme cómo vuelan las hojas en otoño. Y sólo ella me tararea “Aquellas pequeñas cosas”. Sólo a mí me acerca esa caracola dorada que tiene y que suena a mar.

Y sólo a mí me sonríe de par en par, desbordando alegría. Tiñendo de luz sus ojos negros. Y sólo ella sabe sonreír así.

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