“Desde 1938, ha llamado nuestra atención un número de niños cuyas características difieren, de forma tan marcada y única, de todo lo descrito hasta ahora que cada caso merece-y espero que alguna vez lo reciban- una consideración detallada de sus peculiaridades fascinantes”.
Con este texto es como el Psiquiatra austriaco, de origen judío, Leo Kanner empezaba en 1943, hace 70 años, el artículo en el que se definía por primera vez el Síndrome Autista separándolo de la Esquizofrenia. Desde entonces se ha trabajado mucho para que estas personas reciban la atención que, como él dijo, merecen.
En este documento titulado “Autistic Disturbances of Affective Contact” (Trastornos Autísticos del Contacto Afectivo), aún no traducido al español, Kanner describía once casos (ocho niños y tres niñas) que presentaban una “serie de características esenciales comunes”, concretando su alteración principal en la “incapacidad para relacionarse normalmente, desde un principio, con personas y situaciones”. El autor amplia las características de este rasgo básico con expresiones literales de los padres referidas a sus hijos afectados: “autosuficientes”; “como dentro de una concha”; “más feliz cuando se le deja solo”; “comportándose como si la gente no estuviera presente”.
Aparte de esta grave dificultad para establecer relaciones interpersonales y con el mundo externo en general, Kanner daba una relevancia especial a las alteraciones del lenguaje (ecolalias, lenguaje no propositivo y de carácter memorístico, dificultades para generalizar más allá de la situación concreta de aprendizaje inicial o una utilización inadecuada de las palabras) y a su deseo ansioso y obsesivo de mantener invariabilidad (repeticiones monótonas, desesperación ante cualquier cambio en la rutina, secuencias de acciones, una aficción extraordinaria por los objetos y un abanico restringido de actividades espontaneas).
Así mismo, Kanner también inicia aquí algún comentario sobre el nivel cognitivo de estos niños y afirma que manifiestan ciertos rasgos de inteligencia, como por ejemplo su excelente capacidad de memoria mecánica, y un aspecto reflexivo; A nivel motor explica dificultades en motricidad gruesa, pero una excelente motricidad fina; Físicamente les describe como normales y con EEG también normales.
Estos hallazgos dieron pie a más investigaciones y nuevas publicaciones sobre el Autismo que en la actualidad continúan considerándose válidas y acertadas, mencionado que no todas las personas diagnosticadas manifiestan todas estas características ni lo hacen en el mismo grado.
Además, por otro lado no tan positivo y ya descartado, pues no se ha podido comprobar científicamente, Kanner define a los padres de estos menores como personas “extremadamente inteligentes pero poco afectuosos, más interesados en temas científicos o artísticos que en las personas”, proponiendo este tipo de actitud paterna, sobre todo la relación poco cercana y afectuosa que mantenían las madres con sus hijos, como base psicógena del trastorno.
Afortunadamente el mismo Kanner se retractó de esta hipótesis, aunque otros autores mantuvieron esta idea en sus investigaciones, idea que en algunos contextos lamentablemente todavía encontramos.