Los autistas de la generación de los años setenta, son maravillosos, y punto.
Hoy tienen treinta y tantos, o ya pasan de los cuarenta, y son grandes, muy grandes, y muy guapos, pero también más serenos, yo diría también comprensivos, sensatos, y sobre todo, endiabladamente encantadores. Esto, a pesar de sus incipientes canas, o de esa afectuosa «barriguita», que asoma por encima de la cinturilla de su pantalón, capitaneando su figura, pero que los hace muy humanos, y muy reales.
Casi todos, hoy, están integrados en establecimientos específicos, (públicos, o privados con la aportación de las Administraciones que determine la Ley), con la idea de que en un futuro no muy lejano, puedan tener su vida resuelta sin temor a equivocarse. Para ellos, ¡Qué importa eso…!
Nacidos bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de Los Beatles, de Bob Dylan…, herederos de la «revolución social» de la década de los años sesenta, siempre precisaron de la protección total de su familia y de la sociedad, renunciando, sin ellos saberlo, a construir su propio futuro, a la vanidad, a la emancipación, y a la reivindicación.
Jamás vieron en el ser humano a un enemigo, pese a que aparentemente rehúyen el contacto, aunque a veces, creo que les gustaría cantarnos unas cuantas verdades. Al contrario, buscan «a su manera» nuestro cariño, a pesar de las múltiples dificultades que impiden ese contacto en sus relaciones. Son estupendos y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando creen que nos engañan, o nos ignoran.
Hablarían, si pudieran, con pasión de política, y les gustaría cambiar el mundo. No obstante, disfrutan con los trabajos que desarrollan junto a sus monitores, sin recibir un salario por ello, tan solo unas sonrisas, o unas palabras de ánimo, trabajan como si todo aquello que hacen fuese un juego.
Les apasiona el deporte, no como competición. La competición es un concepto extremadamente difícil de entender para ellos, (en la vida hay que competir para todo), sino como desarrollo de sí mismos. Los hay que practican la natación, el golf, el baloncesto, el ciclismo, etc. No comprenden que haya que derrotar al equipo contrario, marcar más goles, anotar más puntos, nadar más deprisa, o que haya que correr más que el que corre a su lado. Y si el otro no corre lo suficiente, en lugar de dejarlo atrás, le ayudan con un pequeño empujón, ¿no es maravilloso?

Por alguna razón, un autista de treinta años o más, (*) nunca se va a entrometer en tus actividades diarias, para preguntarte…. «¿Qué estás mirando?», no le interesa lo que estás mirando, «¿Qué estás pensando?» , no le interesa lo que estás pensando.»¿Qué estás haciendo?», no le interesa lo que estás haciendo. Sin embargo, a nosotros sí que nos interesa saber lo que miran ellos, lo que piensan, y lo que hacen, ¡vaya que si nos interesa!

Tengo muchas cosas buenas que decir de las personas autistas, y por múltiples razones; Entre ellas, porque nos enseñan a desterrar la malicia de nuestro corazón, a sobrellevar la carga que la vida nos impone, sin ninguna queja, a vivir con esperanza, ya que sin esperanza, la vida no tendría sentido, que ellos, también tienen sentimientos, solo esperan un poco de amor para ser felices, y finalmente, nos enseñan que, a veces, para poder ver la vida mejor y más claro, los ojos hay que limpiarlos con lágrimas.

Por eso, yo siempre digo: «Los autistas de la generación de los años setenta, son maravillosos»

¿y tú, qué piensas?

22 de julio de 2012
(*) En realidad, todo esto es válido para cualquier persona con autismo, de cualquier sexo y con cualquier edad.
Vicente Pastrana

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