Las personas voluntarias desempeñan un papel fundamental, no solo para las familias y las propias personas con autismo, sino también en el ámbito profesional, donde generan un impacto muy positivo que contribuye a una mayor humanización de la atención, además de complementar el trabajo de los/as profesionales.

En nuestro caso, a través del programa VolaTEA, en colaboración con el programa AMI-TEA, las personas voluntarias acompañan a los/as pacientes con Trastorno del Espectro Autista hospitalizados en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón. También juegan un papel muy importante en el apoyo a las familias, tanto en situaciones de urgencias como durante el proceso de hospitalización, actuando como un nexo beneficioso entre los/as profesionales, las familias y la persona hospitalizada.

Pero… ¿cuál es ese beneficio que la presencia de personas voluntarias aporta a los/as profesionales que atienden a personas hospitalizadas?

Imaginemos una situación de urgencia en un hospital, donde el entorno puede resultar especialmente abrumador: ruidos intensos, luces brillantes, movimiento constante de personas, un ambiente cargado de tensión, grandes esperas, falta de información, incertidumbre… Para las personas autistas, estas condiciones pueden provocar altos niveles de estrés o incluso una desregulación emocional significativa.

Esta situación, a su vez, impacta directamente en el bienestar de la familia, que no solo se preocupa por el estado de salud físico y emocional de su familiar, sino que también debe gestionar la atención médica. Todo ello incrementa el estrés, lo que inevitablemente puede influir en la comunicación y gestión con el personal sanitario, que ya de por sí se enfrenta a una alta carga laboral y la presión de atender múltiples urgencias.

Ahí es donde entra la figura de la persona voluntaria, que aporta un apoyo fundamental a las familias: las escucha, las acompaña emocionalmente y actúa como puente de comunicación entre ellas y los/as profesionales de la salud. Además, contribuye a generar un entorno más seguro y calmado para la persona con autismo.

El beneficio para los/as profesionales es directo: mejora la comunicación con el paciente y su entorno, se reducen los niveles de estrés, se facilita la calma durante las esperas y, en definitiva, se mejora la calidad del servicio de urgencias.

Otro ejemplo dentro del programa AMI-TEA es el llamado “respiro familiar”, que ofrecen las personas voluntarias durante el tiempo de hospitalización. Su acompañamiento en la habitación permite que los/as profesionales puedan continuar con sus funciones con normalidad mientras la familia se ausenta. Este espacio de descanso brinda a los/as familiares la oportunidad de atender sus propias necesidades, de autocuidado y bienestar, sabiendo que su familiar está acompañado y atendido.

Además, la persona voluntaria puede aportar una perspectiva complementaria sobre la situación de la persona ingresada, lo que puede ser de gran valor para los/as profesionales a la hora de resolver dudas o comprender mejor su situación.

En conclusión, el apoyo que brindan los/as voluntarios/as a los/as profesionales que atienden a personas autistas en el ámbito sanitario se traduce en una mejora en la calidad del servicio. Y, de forma indirecta, supone una contribución valiosa a una sociedad más comprometida y solidaria.

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