Un estudio de la Universidad de Salamanca señala que la familia se ve más afectada si el problema tarda en detectarse y que la percepción de madres y padres es distinta.

Una investigación de la Universidad de Salamanca ha detectado que las familias cuyos hijos han sido diagnosticados de autismo a una edad más temprana expresan mayores niveles de bienestar personal y familiar que aquellas que han recibido la noticia de que su hijo sufre esta patología cuando ya tiene una edad más avanzada. Los investigadores de la institución académica salmantina, que investigan sobre detección precoz del autismo, también han encontrado diferencias entre la percepción del problema entre las madres y los padres.

En efecto, la investigación ha confirmado que existe «un mayor bienestar en las familias cuyos hijos han sido diagnosticados más precozmente», señala Ricardo Canal Bedia, profesor de la Facultad. El objetivo de esta experiencia es hacer un cribado de posibles casos antes de los dos años edad. Sin embargo, es habitual que el problema no se pueda diagnosticar hasta edades más avanzadas, lo cual resulta una complicación no sólo para el tratamiento, sino también para la estabilidad psicológica de los padres, según este último estudio.

La investigación se basa en cuestionarios que se le han pasado a los padres seis meses después de que hayan recibido el diagnóstico y el resultado ha sido «curioso», asegura el experto, porque «queríamos ver las variables que más pesan para valorar el propio bienestar y nos hemos encontrado con que son diferentes en las madres y en los padres». Es decir, que cada uno de los sexos tiene en cuenta diferentes aspectos de su vida a la hora de valorar su grado de satisfacción y cómo ha influido tener un hijo con autismo.

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