Recuerdo mi primer día de trabajo, era en una empresa de software dedicada a optimizar y mejorar tiempos de respuesta, procesamiento de datos. etc. Ingenieros de telecomunicaciones, físicos, matemáticos, ese era el perfil que me rodeaba, bastante “freaky” esa es la verdad pero enseguida me di cuenta de que encajaría allí; actividad y tranquilidad, buen ambiente de trabajo.

Desde el primer momento me sentí como en casa, rodeado de personas que me inspiraban confianza; mi jefa, mis compañeros, pronto se estableció un clima de respeto y amistad.

– Hola, buenos días, soy Jaime, estudiante de informática y empiezo hoy con vosotros mis prácticas de final de carrera.
– Hola Jaime, encantado, te presento a Luisa, a Marga y yo soy Jesús, Intentaremos que te sientas a gusto aquí. Nos vienes de perlas, precisamente tenemos a un compañero de baja y estamos de trabajo hasta arriba.
– Me alegra poder seros de ayuda.
– Buenos días a todos. Hola, tú debes ser el chico de prácticas ¿no? Yo soy Rosa, la jefa del departamento. Bienvenido. Traigo unos listados para revisar y comprobar. ¿Aún no se ha incorporado Jorge?
– No, todavía no
– Pues esperaré. Quiero que lo haga él, es un asunto delicado y no podemos permitirnos un fallo. Avisadme cuando vuelva. Jaime encantada, espero que aprendamos mucho contigo aquí. Adiós.
– Disculpa a Rosa si ha sido un poco brusca, normalmente no es así. Está preocupada con ese asunto
– ¿Y quién es ese Jorge? ¿Debe ser un crack no?
– Sí Jorge es un compañero especializado en un tipo de trabajo que nadie hace mejor que él. Ahora está enfermo y tenemos a la jefa un poco nerviosa.

Pocos días después conocí a Jorge. Desde el primer momento llamó mi atención; siempre correcto y distante, siempre abstraído en su trabajo. Me costaba relacionarme con él, no parecía interesarle mi presencia. Llamaba mi atención la naturalidad con la que el resto de mis compañeros trataban a Jorge, a nadie parecía importarle su peculiaridad. Cuando tuve un poco de confianza con los compañeros les pregunté abiertamente y, entre risas y disculpas, me pusieron al corriente de la situación: Jorge era una persona con autismo, que trabajaba desde hacía años en la empresa y que gracias a su gran capacidad de concentración, su memoria fotográfica y sus aptitudes especialmente idóneas para el trabajo que realizaba, se había convertido en una persona imprescindible y muy querida en la empresa. Mis compañeros recordaban que cuando Jorge entró resultaba un tipo extraño que se relacionaba muy poco y de una manera poco habitual, pero con los años habían aprendido a tratarlo, respetando sus tiempos y su particular manera de ser y ver la vida y él también había hecho un esfuerzo grande para integrarse y ahora, era uno más, tanto, que no habían caído en la cuenta de ponerme en antecedentes.

Mira Jaime, me dijo un día un compañero, con las personas con autismo pasará como pasó en el siglo pasado con las mujeres, nadie en el siglo XIX se planteaba la posibilidad de que las mujeres trabajaran fuera del hogar, no se las veía capacitadas para desarrollar un trabajo intelectual ni de responsabilidad, ni siquiera para dedicarse a tareas artísticas profesionalmente. Este hecho, que hoy por hoy no cabe en nuestra cabeza, era lo que pensaban la mayoría de los ciudadanos, ¡incluidas las propias mujeres! Escritoras, pintoras, músicos, tuvieron que utilizar seudónimos para poder presentar sus obras al público y que éstas no resultaran rechazadas, nadie, o casi nadie, confiaba en las capacidades de la mujer más allá de cuidar de la familia y educar a los hijos, y hoy es algo que nadie pone en duda sin embargo, como ves, no siempre fue así, ellas tuvieron que trabajar mucho para cambiar el mundo y lo mismo les pasa a las personas con TEA, todavía se las ve como personas que no pueden aportar nada a la sociedad. El desconocimiento y los prejuicios hacen que muchas personas con autismo como Jorge, no hayan tenido la oportunidad de demostrar lo que valen y de lo que son capaces.
Pero esto está cambiando, cada vez son más las empresas como la nuestra que cuentan con ellos para trabajos que son capaces de desarrollar, en muchos casos, mejor que nadie porque están especialmente dotados para desarrollarlo.

Nunca se me había pasado por la imaginación este razonamiento. Agradecí mucho a mi compañero que me hiciera esa reflexión, me ayudó a entender a Jorge y a disculpar su comportamiento un tanto atípico a veces y empecé a mirarlo con otros ojos, empecé a valorarlo como a un igual, con sus fortalezas y sus debilidades, sus particularidades, sus manías, como todos. También empecé a ver la tremenda injusticia que se comete con este colectivo, no se confía en sus capacidades, en muchos casos ni sus propias familias piensan en esa posibilidad, condenándolos a un futuro de soledad y vacío.

…Y por eso mi relato quisiera adelantarse en el tiempo, trasladarse al futuro, un futuro donde nadie se plantee si las personas con TEA deben o no trabajar; pueden y deben.

Título: «Pueden y Deben»

Autora: María de Noriega

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