Ahí estaba yo. Frente a un cruce de caminos sosteniendo tu pequeña mano y viendo como se dividía el  sendero.

A un lado todo era luz y claridad. Tus primeras palabras, tus frases, la decisión nunca tomada de un colegio  público o privado. Miraba todos tus cumpleaños rodeado de amigos. Tu graduación. Tu primer amor y tu  primer desengaño. Un buen trabajo y una familia propia.

Era un camino lleno de esperanzas y expectativas. Lleno de sueños.

Pero miraba sin ver. Solo eran espejismos.

Al otro lado el sendero era oscuro, desconocido e incierto. Yo intentaba ir por la luz, por supuesto, pero me era imposible. Tirabas de mí hacia la oscuridad y solo podía seguirte.

Apretaste mi mano “No tengas miedo mamá”.

Alguien sostenía una vela justo delante. A continuación se encendía otra, y luego otra y otra y otra. Cada  una de ellas estaba sostenida por las personas que a partir de ahora darían luz a nuestro andar. Nos  ayudarían a enfrentarnos a la temida oscuridad.

Y entonces te miro. Noble, cariñoso, despierto, valiente y vivaz a mi lado aunque tus ojos rara vez se fijen  en los míos.

Me besas en la mano. Un sonoro beso de los que tanto te gustan.

“?¿Qué ha sido eso Alejandro??

«Un beso mamá».

«¿Por qué me lo das?»

«Porque te quiero mucho.”

Simple, llano, lógico y sincero. Esas palabras caen sobre mi y por primera vez no siento tu lógica aplastante y literal como una pesada carga, sino que enciende la luz más brillante de todas en nuestro camino hacia un  futuro incierto. Dejo de estar tan ciega.

Y te miro…………. Y por fin te veo.

Aquel luminoso camino de espejismos y sueños sigue ahí. No puedo evitar mirarlo a través de un cristal de  vez en cuando. Ansiando lo que nunca llegué a conocer y perdí pero con las esperanzas puestas en un  futuro lleno de luces y sombras.

  • Título: » Y te miro»
  • Autora: Lidia Fernández
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